El 8 de junio, el obispo Marcelo Colombo dio a conocer que el papa Francisco había autorizado la publicación del decreto que reconoce el martirio en odio de la fe, padecido por Enrique Angelelli, los padres Carlos Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera.
El diario La Nación, con un editorial cuestionó la próxima beatificación tildándola de “política-ideológica”. Colombo contestó con una carta dirigida a la comunidad de La Rioja. La Conferencia Episcopal acompañó y respaldó estas consideraciones. Vida Nueva tuvo la posibilidad de dialogar con el obispo.
PREGUNTA.- ¿Qué motivaciones tuvo para salir a contestar el editorial del diario La Nación?
RESPUESTA.- El editorial de La Nación del pasado 30 de julio, revivía viejas y falaces acusaciones contra Mons. Angelelli, pero además sembraba sospechas y desconfianzas sobre la actuación de la justicia civil y la canónica. Me pareció desmedido, peligroso e injusto lo allí afirmado, pero sobre todo no podía permitirme tolerar una cosa así; por eso escribí una carta a la comunidad diocesana. No había una sola fundamentación de todo lo dicho, pero consideré que este editorial proponía un asombroso desprecio por los tribunales de la democracia y un menoscabo irrespetuoso de la autoridad eclesial para juzgar acerca de la santidad de vida de sus hijos.
P.- ¿Se cruzó un límite al atacar una causa muy entrañable para la Iglesia argentina?
R.- Como un famoso pasquín riojano de los años 70, “El Sol”, cuyo dueño lo era también del Casino que Angelelli tanto había combatido, La Nación retoma la vieja práctica de la descalificación gratuita de un hombre que supo ser un pastor ejemplar, un abnegado servidor de la comunidad cristiana y un testigo fiable de Dios en aquellos tiempos. Angelelli vivió y asumió conscientemente la renovación suscitada por el Vaticano II y quiso aplicarla con honestidad y coraje. Las consecuencias de esa decisión no se hicieron esperar. Y se cobraron su vida. Y su muerte. Porque por mucho tiempo se negó el atentado y se afirmó vilmente y en forma sucesiva, “que manejaba mal”, “que no era él”, etc.
P.- Se descalifica hasta el trabajo de la justicia…
R.- La Justicia en La Rioja, a instancias de un pedido hecho en Neuquén un 4 de agosto de 1983 por parte de cuatro obispos también ellos ejemplares, De Nevares, Novak, Hesayne y Mendiharat, determinó las causas y los móviles de la muerte en 1986, pero las sucesivas irrupciones militares, las consiguientes Leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos, retrotrajeron todo a fojas cero. Fue entonces necesario esperar a la sentencia de 2014, del Tribunal Oral Federal, para que quede de manifiesto y sin ningún tipo de duda, que a Angelelli lo mataron.
Más tarde, la Iglesia, a través de los organismos especialmente preparados para estudiar este tipo de casos, dictaminó que la muerte de Angelelli y sus compañeros, Murias, Longueville y Pedernera fue un martirio causado en “odio de la fe”. La Nación se permite poner en duda todo esto, a partir de consideraciones absolutamente superficiales y carentes de fundamento en el derecho canónico. En su arrogancia, también pretenden injuriar a la Iglesia que de modo cristalino y fundamentado en numerosos testimonios y pruebas, inclusive tomados de las causas penales llevadas a cabo secularmente, llegó al resultado que hoy celebramos y que nos permite desandar estos meses con esperanza y alegría en el camino hacia la beatificación.
P.- ¿Cree usted que hay un deliberado ataque a la Iglesia?
R.- Estoy preocupado por la reiterada saña con que se ataca a la Iglesia y sus pastores, por parte de este diario y otros. No solo les molesta que hablemos de los temas que hacen al bien común, les indigna que hablemos de los nuestros propios. Quieren decirnos cómo ser pastores, a quiénes recibir, a quiénes en cambio no, cuáles deben ser nuestras prioridades, cuáles, en cambio, no… es todo de una arrogancia… ¿Hasta cuándo esta intolerancia? Y en todo caso, dada su importante función ¿por qué no se ocupan de los temas de la agenda social y económica de la gente? ¿Por qué no desnudan a los responsables de la especulación económica y las corridas cambiarias que nos despojan del futuro? ¿Por qué callan las nuevas y cínicas grietas que genera el poder económico y político?