“La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”. Así se recoge en número 2.267 del Catecismo de la Iglesia Católica según la modificación propuesta por el papa Francisco. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado hoy, 2 de agosto, el texto, en el que se aclara que “hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves”. Y es que la anterior redacción justificaba la pena capital solo si fuera “el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”.
Asimismo, recoge que “se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”. Aunque “durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”.
Según la carta enviada a todos los obispos, “el Santo Padre Francisco, en el discurso con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la publicación de la Constitución Apostólica ‘Fidei depositum’, con la cual Juan Pablo II promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, pidió que fuera reformulada la enseñanza sobre la pena de muerte, para recoger mejor el desarrollo de la doctrina que este punto ha tenido en los últimos tiempos”.
“En continuidad con el Magisterio precedente”
Así, reconoce el impulso de sus dos predecesores de comprometerse con la abolición de la pena de muerte. “Es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica ‘Evangelium vitae’ de Juan Pablo II. El Santo Padre enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida ‘la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte, incluso como instrumento de legítima defensa social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse'”.
Por su parte, Benedicto XVI llamaba “la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital”. La nueva redacción “se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica”, aclara la misiva firmada por el prefecto de Doctrina de la Fe, el cardenal Luis F. Ladaria.
Por último, se explica que la reformulación del n. 2267 del Catecismo “quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor”.