En esa entidad ubicada al norte de México, el mismo día ocurrieron dos accidentes: uno terrestre, que dejó 11 personas muertas, y otro aéreo, que increíblemente no cobró víctimas mortales
El pasado martes 31 de julio, la Iglesia que peregrina en Durango se cubrió de luto tras la muerte de 11 personas a causa de un accidente de autobús de pasajeros, luego de que éste fuera impactado por un tracto camión en la carretera Parral Parral-Durango. En el accidente, 25 personas también resultaron heridas.
La Arquidiócesis de Durango, que preside José Antonio González Hurtado, externó su consternación por este lamentable suceso ocurrido en los límites de la entidad y del estado de Chihuahua: “Como Iglesia, sentimos el dolor de quienes sufren. Elevamos, además, nuestras oraciones por el eterno descanso de quienes perdieron la vida en el fuerte choque entre camiones, pidiendo el consuelo de la fe para sus familiares y amigos. Asimismo, rogamos por todos los que se encuentran lesionados para que recuperen la salud y se puedan incorporar a sus actividades cotidianas”, señaló un comunicado.
El mismo martes, por la tarde, en la Arquidiócesis de Durango ocurrió otro impresionante accidente: el desplome de un avión de la aerolínea Aeroméxico en la ruta Durango-Ciudad de México, con 99 pasajeros y cuatro tripulantes a bordo, el cual sucedió tras despegar de la pista del aeropuerto de Durango, en medio de una tormenta que habría ocasionado el percance.
Pese a la aparatosa caída de la aeronave, increíblemente no hubo víctimas mortales qué lamentar, lo cual ha provocado que tanto medios nacionales como algunos extranjeros se refieran a este suceso como: “el milagro de Durango”.
La arquidiócesis norteña no sólo manifestó su preocupación por tal suceso, sino que además informó que a bordo de dicho vuelo, con destino a la capital del país, viajaba el presbítero Ezequiel Sánchez, originario de La Purísima, Tepehuanes, Durango, quien actualmente es rector del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines, en Chicago (Estados Unidos), a donde tenía contemplado viajar.
De acuerdo con reportes de la prensa internacional, tras el accidente, el vicerrector del santuario mariano logró comunicarse con el sacerdote Ezequiel Sánchez, quien le informó que tenía un brazo fracturado, pero que en general se encontraba bien. El presbítero también pidió oraciones por él y por los demás pasajeros del avión.
Esta semana, dos eventos trágicos pusieron en la mira a la Arquidiócesis de Durango, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XVII. Desde entonces, 23 obispos y 8 arzobispos han sido testigos del acontecer de esta entidad, pero fue a José Antonio González Hurtado a quien le tocó presenciar, en un solo día, una tragedia y un “milagro” que sin duda marcarán la historia del pueblo duranguense.