En una reunión de 200 católicos LGTB, pregunté cuántos se habían sentido insultados o excluidos por la Iglesia. Todos levantaron la mano”. Así lo atestigua James Martin, el jesuita autor del libro ‘Building a Bridge’, que versa sobre cómo la Iglesia y la comunidad LGTB pueden mantener una relación de “respeto, compasión y sensibilidad”. El sacerdote y editor jefe de America Magazine ofrecerá una de las ponencias más esperadas del Encuentro Mundial de las Familias (EMF) sobre cómo las parroquias pueden acoger a estas personas, aunque él no lo ve así, porque “no todos están interesados en ello”.
PREGUNTA.- Sus visiones teológicas, especialmente sobre la homosexualidad, son muy controvertidas para una parte de la Iglesia. ¿Se siente un sacerdote controvertido?
RESPUESTA.- En absoluto. De hecho, es importante decir que no estoy desafiando ninguna de las enseñanzas de la Iglesia en Building a Bridge. El libro tiene la aprobación eclesiástica oficial de mi superior jesuita y ha sido respaldado por varios cardenales, arzobispos y obispos. Lamentablemente, lo que ha sido controvertido es la sencilla declaración de que tenemos que tratar al colectivo LGTB con “respeto, compasión y sensibilidad”, que es a lo que nos llama el Catecismo. Y también ha sido controvertida la invitación a ser compasivos y misericordiosos con ellos. Incluso ha sido controvertida la sugerencia de que deberíamos escuchar las experiencias de los que han estado al margen. Esto significa que lo que es controvertido es el Evangelio. Así que no, no creo que yo sea un cura controvertido, excepto en la forma en que el Evangelio lo es.
P.- En el último EMF en Filadelfia, la acogida a los homosexuales no estuvo sobre la mesa. ¿Qué ha cambiado en tres años? ¿Se trata de un nuevo paso para abrazar esta realidad?
R.- En el último EMF los temas LGTB fueron tratados, pero solo en su relación con la castidad y el celibato, y ni siquiera se utilizó el término LGTB. Ocurre a menudo que algunos en la Iglesia quieren reducir los temas LGTB a temas de moralidad sexual, cuando sus vidas son mucho más complicadas. Por ejemplo, imagine dando charlas a un grupo de estudiantes universitarios y que el tema principal sea la castidad. Los jóvenes se preguntarían con razón: “¿No sabe que nuestras vidas son algo más que eso?”.En Dublín, los organizadores me han pedido que hable de la forma en que las parroquias pueden mostrar “bienvenida y respeto” a la gente LGTB y sus familias. Así que es un gran paso adelante. Se trata de reconocer que muchas familias católicas tienen miembros LGTB. La pregunta sería: ¿Cómo pueden nuestras parroquias acoger a gente a las que se les ha considerado apestados en su propia Iglesia?
P.- ¿Estaba la Iglesia preparada para una renovación de la pastoral familiar?
R.- Esta es una muy buena pregunta, y creo que la respuesta es que habíamos perdido el sentido de centralidad de la conciencia en la vida cristiana. Esta idea es antigua, pero, por varias razones, en las últimas décadas se dejó de lado, tanto que muchos católicos ni siquiera la conocían. Ahora, cuando el Papa nos anima en Amoris laetitia a que sea nuestra conciencia la que nos ayude a tomar decisiones, la gente se pregunta: “¿De dónde viene esto? ¿Porqué dice esto?”. Pero Francisco está recuperando una antigua tradición. La conciencia informada es el árbitro final de la vida moral. Y, como dice el Papa, la Iglesia debe ayudar desde las conciencias, no sustituirlas.
P.- Los jóvenes han plasmado en el documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos que la Iglesia debe abrirse a estas personas. ¿Está sabiendo la Iglesia renovarse? ¿Es la Iglesia homófoba?
R.- Está claro, por el documento de trabajo, que los obispos han escuchado a los jóvenes, ya que los temas LGTB son importantes. Pero no están oyendo solo lo que dicen los jóvenes LGTB, sino lo que dicen los jóvenes heterosexuales a los que no les gusta ver a sus amigos tratados como basura. Por otro lado, la Iglesia siempre se renueva. Ha sido así desde el principio. El Espíritu Santo nos ayuda a movernos hacia delante siguiendo el camino que Cristo nos marcó.
A la otra pregunta te diré que la Iglesia, en muchos sitios, es muy homófoba. No solo por algunas webs odiosas que dicen ser católicas (cuando ni siquiera son cristianas), sino por, y esto es peor, los comentarios homófobos de algunos sacerdotes. En los últimos meses, he oído las historias más increíbles sobre gente LGTB insultada –tanto en público desde el púlpito como en privado–. En una reunión de 200 católicos LGTB, pregunté cuántos se habían sentido insultados o excluidos por la Iglesia. Todos levantaron la mano.
P.- ¿Qué le diría a una familia católica que tiene un hijo gay?
R.- Amadle.