María Asunción Milá de Salinas es una española de 99 años que ha dedicado una gran parte de su vida a luchar contra la pena de muerte, habiendo sido vicepresidenta de Amnistía Internacional en España o secretaria general (y fundadora) de la Asociación Española contra la pena de muerte, fundada en 1976. Cuando Francisco fue elegido Papa, le envió una carta -la misma varias veces a lo largo de dos años- en la que le pedía “desde Sevilla, y a mis 93 años, le escribo para suplicarle por los pobres más pobres entre los pobres, por aquellos que en el corredor de la muerte de muchos países esperan a que se les quite lo último que tienen, que es la vida. Rogamos y suplicamos se suprima del Catecismo la legitimidad que otorga a este homicidio”.
Las misivas dieron su fruto, ya que en 2015 recibió una carta de puño y letra del Pontífice, en la que le comunicaba que “tomo en cuenta lo que me dice sobre el Catecismo y pediré que se estudie el cambio”. El pasado jueves 2 de agosto, tras casi tres años de esta carta, su petición se hizo por fin real con la publicación del nuevo texto del catecismo con la firma del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Luis Ladaria, en el que la Iglesia se opone a la pena capital y aboga por su abolición.
Según informa ABC, que contactó con ella, el Vaticano no se olvidó de que María Asunción había pedido esta medida al Papa, y el mismo jueves recibió una llamada del Dicasterio de Comunicación informando del cambio: “No quepo en mí de la alegría y satisfacción por la decisión del Papa más humilde que jamás he podido conocer”, dijo al diario.
La pena de muerte ha sido declarada pues “inadmisible” por el Catecismo de la Iglesia, siguiendo el curso natural del magisterio tanto de san Juan Pablo II como de Benedicto XVI, como dice Ladaria en la carta de publicación. Wojtyla fue el primero en cambiar el catecismo al respecto, cerrando la estrecha rendija que permitía esta práctica, al escribir en ‘Evangelium vitae’ que los casos en que era necesaria realmente ya no se daban, aunque esto seguía sin ser una abolición total.
Benedicto XVI expresó en varias ocasiones su oposición rotunda a esta práctica, si bien la más notable fue en diciembre de 2011, cuando en un congreso de la Comunidad de Sant’Egidio llamado ‘No hay justicia sin vida’ expresó su “esperanza de que vuestras deliberaciones puedan animar las iniciativas políticas y legislativas promovidas de forma creciente en numerosos países para abrogar la pena de muerte y continuar el progreso substancial realizado para conformar la ley penal con la dignidad humana de los detenidos y el efectivo mantenimiento del orden público”.
Pero finalmente ha sido Francisco quien ha corregido el Catecismo, introduciendo un párrafo que hace tiempo que la sociedad pedía a gritos, y particularmente esta sevillana casi centenaria que no ha dejado de luchar contra una injusticia que afecta a “los más pobres entre los pobres”.