Cuando Francisco llegó al Circo Máximo de Roma a las seis y media de la tarde el termómetro marcaba 35 grados. Allí le esperaban 70.000 jóvenes llegados de toda Italia, de Cerdeña a Venecia, de la Lombardía a Sicilia. Habían hecho realidad el lema de este encuentro con el Santo Padre: ‘Por mil caminos hacia Roma’. A apenas un mes y medio del comienzo del Sínodo (3- 28 de octubre) querían manifestar sus esperanzas en este acontecimiento eclesial.
Poco antes de las nueve de la noche un Bergoglio emocionado se despedía entre cantos de esa festiva multitud citándoles para el encuentro del domingo en la Plaza de San Pedro. Los jóvenes van a pasar una noche de vigilia en varias iglesias de Roma antes de concentrarse de nuevo a partir de las seis y media de la mañana y celebrar la Santa Misa. Francisco acudirá a la cita poco después de las once de la mañana.
El encuentro ha durado dos horas y media sin que aparecieran en ningún rostro signos de cansancio o de aburrimiento. Fue un diálogo abierto entre el Papa y los jóvenes; Bergoglio que tenía un texto preparado improvisó mucho añadiendo interés en las respuestas que dio a sus tres interlocutores.
Las aspiraciones de los jóvenes de hoy
La primera fue Letizia (23 años) que planteó el problema de los sueños y aspiraciones de los jóvenes de su edad tantas veces decepcionados por las respuestas que reciben de sus educadores. “No dejéis nunca que os roben vuestros sueños” le respondió el Pontífice y les citó esta frase san Juan XXIII: “No he conocido nunca a un pesimista que haya concluido algo bueno” y les pidió que no cedan a la comodidad convirtiéndose en “jóvenes de sofá, en jóvenes jubilados”. También les advirtió contra “esas pastillas que prometen soñar pero que en realidad arruinan la vida. ¡No tengas miedo”.
En su segunda respuesta a Martina (24 años) que planteó el problema del miedo a los compromisos sin marcha atrás, a la indecisión entre proseguir una carrera o embarcarse en una vida matrimonial; el Papa les pidió que renunciasen a una “libertad sin compromisos que es siempre una manera de huir”. “Hay que discernir -les dijo- entre el amor verdadero y el entusiasmo pasajero. El amor llega cuando quiere y su mayor enemigo es la doble vida. El hombre y la mujer unidos en matrimonio son la imagen del amor de Dios. Cuando se encuentra esa perla preciosa hay que tener la valentía de abandonar por ella otras cosas aparentemente más atractivas”.
Aún hubo espacio para una tercera pregunta. La formuló Matías (27 años) y podríamos resumirlas en esta pregunta: ¿cómo es posible que un Dios grande y bueno permita la injusticia en el mundo? Ahí Bergoglio se limitó a responder que Dios no nos engaña y que no basta con escandalizarse porque “frente al mal, al dolor, a la muerte hay que reaccionar con la fuerza del Espíritu para acoger el misterio de la vida y no perder la esperanza”.
“No os contentéis con quien se resigna a estar al final de la cola”
Finalizado entre aplausos el “interrogatorio” vino el momento del saludo papal a los jóvenes presentes que les recordó las carreras de María Magdalena para transmitir a los apóstoles la noticia de la Resurrección.” “Desde aquella mañana –les dijo- la historia ya no es la misma. La hora en que la muerte parecía triunfaren realidad se revela como la hora de su derrota… desde el alba de ese primer día todo lugar en que la vida es oprimida, todo espacio en el que dominan la violencia, la guerra, la miseria, allí donde el hombre es humillado y aplastado, en ese lugar puede todavía reencenderse una esperanza de vida”.
Luego añadió: “Como sois jóvenes yo, como Pedro, soy feliz de veros correr más veloces, como Juan, empujados por el impulso de vuestros corazón, sensible a la voz del espíritu que anima vuestros sueños. Por eso os digo: No os contentéis con el paso prudente de quien se resigna a estar al final de la cola. Es necesaria la valentía de arriesgarse dando un salto hacia adelante, un santo audaz y temerario para soñar y realizar como Jesús el Reino de Dios y comprometerse en favor de una humanidad más fraterna”.