Entre el 7 y el 10 de agosto tuvo lugar en Brasilia el segundo encuentro de comunidades afectadas por la minería en América Latina, que reunió a 35 representantes de nueve países, entre laicos, sacerdotes, misioneros, religiosas y, por supuesto, habitantes de comunidades afectadas. Todo esto como parte de las acciones acordadas en el primer encuentro realizado en Roma, en 2015.
En la apertura, el cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo (Perú) y vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), a través de un vídeo-mensaje celebró esta iniciativa, organizada por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la Conferencia Episcopal de Obispos de Brasil (CNBB), la red de agencias de Cooperación Internacional para el Desarrollo y la Solidaridad (CIDSE), y la Red de Iglesias y minería.
En su intervención, Barreto indicó que, más allá de las reflexiones, “lo que quiere la Iglesia es pasar a la acción y a una acción solidaria, justa, responsable”.
El prelado recordó que en el primer encuentro, convocado por la Comisión Justicia y Paz –presidida por el cardenal Peter Turkson–, se propuso el lema: ‘Unidos a Dios, escuchamos un grito’.
“Ustedes, entonces están reuniéndose en Brasilia, al igual que en Roma hace 3 años, para escuchar su grito, un grito que se debe transformar en propuestas, en propuestas, no solamente para los gobiernos, sino también para los empresarios mineros y para aquellos que invierten en este tema de minería”, apuntó el cardenal.
Dário Bossi, misionero comboniano de origen italiano, quien además forma parte de la coordinación de la red de Iglesia y Minería, explicó a Vida Nueva que este segundo encuentro se ha orientado “a la luz de la carta pastoral del CELAM: ‘Discípulos misioneros y custodios de la casa común’, una carta que nos da la dirección para el compromiso cristiano en defensa de nuestra madre tierra y que denuncia con coraje el modelo extractivista”.
“Tuvimos un encuentro muy rico, las personas que vinieron tienen una gran experiencia en las luchas y resistencias, en la búsqueda de alternativas a la megaminería que destruye la vida de pueblos enteros y de territorios”, agregó el sacerdote comboniano.
Bossi, reconocido en el continente por sus denuncias contra la minería, también destacó que el mensaje del cardenal Barreto y de Bruno-Marie Duffe, secretario del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral del Vaticano, a través de un documento enviado a este aforo, complementaron las reflexiones.
“Salimos de acá con el reto de divulgar con mucha fuerza la carta pastoral del CELAM, también con el compromiso de una campaña de desinversión para ayudar a las personas a comprender que el modelo extractivo no es el futuro para el planeta, que no es posible ni ético invertir el dinero de las iglesias y de congregaciones religiosas en este campo”, aseveró.
“La lucha sigue”, comentó el misionero, al tiempo que señaló que “los grupos regresan a sus territorios con mucho trabajo, pero también con mucha esperanza renovada en este encuentro”.
Otro de los momentos clave de este segundo encuentro fue la visita in situ a comunidades afectadas por la actividad minera, la de Santa Rita, en Paracatu (estado de Minas Gerais), a unas tres horas de Brasilia.
La religiosa juanista María Victoria Acevedo, secretaria adjunta del Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del CELAM, compartió su testimonio con Vida Nueva, enfatizando que la actividad minera en esta comunidad, afecta a sus habitantes y su territorio por la gran cantidad de arsénico contaminante, “el cual es volátil y va dañando todo lo que se encuentra a su alrededor, incluyendo la vida de los pobladores más cercanos, deteriorando el agua y toda la vegetación del entorno, aquella comunidad parece un desierto”.
“Hoy, una vez más, siento cómo el Señor va tocando mi corazón frente al dolor de tantas personas víctimas de la minería metálica que lo único que hace es dejar desolación y miseria por donde pasa, destruye procesos de comunidades, las divide para poder llevar a cabo su acometida”, comentó la secretaria adjunta del DEJUSOL-CELAM.
La religiosa juanista reafirma la afirmación del papa Francisco en Laudato Si’, al recordar que “no hay dos crisis separadas: una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. El verdadero planteó ecológico se convierte siempre en un planteo social que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente para escuchar tanto el clamor de la Tierra como el de los pobres”, concluye.