Al más puro estilo Francisco, en mitad del tórrido “ferragosto” romano, se produce el nombramiento de monseñor Edgar Peña Parra como Sustituto de la Secretaría de Estado. Viene a ocupar el puesto número tres en el escalafón vaticano, como suele decirse en Roma.
Un lugar clave en la maquinaria de la Curia pues por su mesa pasarán casi todos los asuntos de peso de la Iglesia católica, lo que al Papa va y lo que del Papa viene, un puesto frenético para el que se necesita salud, temple, caridad y discreción. Cualidades que no faltan a este infatigable venezolano de 58 años, que ocupaba un puesto de nuncio apostólico en las periferias, nada menos que en Mozambique.
Con 25 años a sus espaldas al servicio de la Santa Sede (es el primer nuncio de origen venezolano de la historia) ha pasado como secretario de nunciatura por Kenia, Yugoslavia, Suiza, Honduras y finalmente México, lugar desde donde fue llamado por Benedicto XVI para ser nuncio en Pakistán y que le consagró en la basílica de San Pedro el 5 de febrero de 2011. Hombre sencillo en sus formas y costumbres, monseñor Peña se especializó en sus estudios romanos en diplomacia multilateral por lo que ocupó nunciaturas donde había organismos internacionales, como en el caso de Nairobi o Ginebra.
A su indiscutible bagaje diplomático, une su experiencia pastoral como párroco en los años en los que formaba parte de la arquidiócesis de Maracaibo, donde tiene sus raíces y familia. Francisco sigue reuniendo a su alrededor a colaboradores que no proceden del establishment curial, sino gente curtida por esos mundos y que destacan por no hacer ruido y su buen hacer.