Como cada 15 de agosto, hoy se ha celebrado en Madrid la tradicional Misa de la Paloma, en honor a la Virgen del mismo nombre, que si bien no es la patrona oficial de la Villa -que es la Almudena- está considerada la “patrona popular de los madrileños”, siendo su fiesta un día de celebración y, por descontado, verbena. La Misa ha estado presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y a la misma han acudido distintas autoridades como el presidente de la Comunidad Autónoma, Ángel Garrido o la alcaldesa de la ciudad, Manuela Carmena.
En su homilía, el purpurado ha pedido a los madrileños “no tener miedo a apuntar más alto, hacia la santidad”, recordando que esta “no nos hace personas de otro mundo, al contrario, nos humaniza aún más pues el encuentro de la debilidad con la gracia de Dios nos enaltece y agranda nuestros horizontes”. Aprovechando una cita del papa Francisco, ha reiterado que “en la vida existe una sola tristeza: la de no ser santos”, y ha asegurado que “la virgen de la Paloma nos reúne porque no quiere que tengamos miedo de la santidad”.
A continuación, el cardenal ha explicado que la Virgen es “la descripción más bella de lo humano, pues ella dio rostro a Dios. Con su hijo vino la resurrección y se acabó el no tener futuro”. Por ello le ha agradecido haberse atrevido “a ponerte en camino y contarnos que Dios quiere el bien para el hombre”.
A continuación ha hecho tres peticiones a los fieles: “Contemplad a Dios como hace Ella, vivid junto a Ella dándole la mano y anunciad a Cristo como Ella”. Sobre la primera, ha resaltado que es una “contemplación que siempre nos sorprenderá (…) Ella dijo ‘aquí estoy’ con todas las consecuencias. Representa a la iglesia de Pentecostés, nos representa a todos nosotros. No queremos ser decorativos sino salir a todos los caminos”. Así, ha pedido una entrega total a Dios porque “una Iglesia que no puede sorprender es débil y debe ir a cuidados intensivos”.
“Dadle vuestra mano, dejaos acompañar por María”, ha continuado el purpurado, recordando que el mismo Cristo nos la entregó como madre en el Calvario. “Debemos dejarnos acompañar por ella para vivir en fiesta y fraternidad con los demás. Recordad las bodas de Caná, no había vino y se pusieron en manos de Cristo cuando ella lo pidió y la fiesta continuó”.
“Anunciemos a Cristo como María”, ha sido su tercer y último consejo, porque “la Iglesia tiene que tocar a los hombres, las heridas de los hombres, no ser teórica. Dejemos entrar a Dios en nuestra vida y haremos maravillas”. Y este anuncio del Evangelio nos lo pone el propio Cristo en bandeja en el sermón de la montaña, ya que “las bienaventuranzas son el rostro de Jesús”.
Jesús que, por cierto, ha recordado, “nació en un un pueblo, en una cultura, con raíces, con tradiciones ¿Veis que hoy también nos reunimos según las tradiciones de nuestros mayores?”, ha reivindicado el cardenal. Finalmente, tras avisar de la importancia de la vida en comunidad y de las tradiciones, ha subrayado que Jesús, que hacía todo esto “también se perdió y fue hallado en el Templo, porque sabía que Dios es lo más importante que existe”.
Tras la Misa, como es tradición, el cuerpo de bomberos ha descendido con un sistema de poleas y cuerdas el cuadro de la Virgen de la Paloma. Este año el encargado de afianzar las cuerdas para el descenso ha sido el bombero Javier Herranz, quien antes de bajarla ha protagonizado un emotivo momento de oración con los brazos abiertos ante la Virgen subido en la escalera. Después, la imagen ha podido ser venerada por los fieles y ha salido en procesión por las calles de la ciudad.