Cuarto piso de una prisión china. John Han Dingxiang (1939-2007) se asoma con el crucifijo en la mano. El obispo de la diócesis de Yongnian (Hebei, China) permaneció décadas en prisión en diferentes etapas de su vida, desde su primer arresto, a los 33 años, hasta que murió de cáncer a los 68. Las autoridades no permitieron que fuera acompañado en su lecho de muerte.
Han nació en Hebei el 17 de mayo de 1939. Entró en el seminario menor en Beijing a la edad de 13 años, en 1952. Algunos años después, este seminario menor se disolvió. Continuó aprendiendo teología con un director espiritual de la comunidad clandestina de la iglesia.
En un campamento de trabajos forzosos
Fue arrestado en 1960 por “actividades contrarrevolucionarias” y enviado a un campo de trabajos forzosos en el noreste de China. Después de ser liberado, regresó a su diócesis en 1979, y se dedicó a la enseñanza en una escuela secundaria local. En noviembre de 1986 fue ordenado sacerdote. Tres años más tarde, el 14 de noviembre de 1989, fue ordenado obispo de Yongnian.
El prelado fue arrestado por última vez el 28 de noviembre de 1999, mientras realizaba un retiro a religiosas. En contra de lo que se cree, los estados totalitarios como China, Corea del Norte o Eritea (África) son los principales violadores de la libertad religiosa en el mundo.
En China, 1.500 millones de personas no pueden vivir libremente su fe. Todas las iglesias, y sus actividades, están contraladas. Los oficios tienen que celebrarse en lugares registrados y aquellos realizados fuera de este marco son considerados como obra de “delincuentes” y tratados como tales.
Después de aproximadamente cuatro años de detención en varios lugares, Han fue trasladado a un apartamento en el cuarto piso de un edificio policial, donde permaneció durante otros dos años. El 23 de septiembre de 2005, fue trasladado secretamente a un lugar desconocido y no volvió a ser visto hasta su muerte.
Su lápida no cuenta que fue obispo
Tras su fallecimiento, su cuerpo fue incinerado y sus cenizas trasladadas a un cementerio público. En su lápida solo está grabado su nombre, omitiendo la palabra “obispo”. Hubo vigilancia policial y las misas por su alma se realizaron en secreto. El último mensaje del pastor antes de morir fue pedir a su comunidad que rezara más el rosario a la Virgen María.