La tarde del 17 de agosto de 2017 fue dramático en el paseo de Las Rampas tras la invasión de una furgoneta y la posterior huida de su conductor, un joven radicalizado por el discurso del Daesh. El atropello en las Ramblas dejó 16 muertos, incluyendo dos niños de 3 y 7 años, y 131 heridos. Posteriormente el ataque en Cambrils para evitar un control policial provocó una víctima mortal –además de 5 terroristas– y 6 heridos.
La sociedad civil y las diferentes confesiones religiosas han tratado en este tiempo de infundir la fuerza del diálogo y del trabajo por la paz.
En este tiempo hemos conocido muchos detalles de la historia de radicalización de aquellos jóvenes terroristas, alentados por el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty. Frente a la criminalización de todo el islam, el mensaje del presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, fue que “ninguna idea religiosa justifica la violencia. La fe no se transmite violentamente, se transmite imponiéndola, sino proponiéndola con entusiasmo. La persona responde desde la libertad más profunda para decir sí a Dios. La fe no se impone, el Evangelio se propone”.
Incluso ante quienes recelan de la letra y el espíritu del Islam, el propio arzobispo señalaba que “no se puede identificar a los terroristas con el Islam. Hay muchos musulmanes amigos de la paz y pacificadores en su entorno. El Estado Islámico es un tumor que ha surgido y que nos amenaza a todos: musulmanes, cristianos y a la humanidad entera”. Y un dato más, el cardenal Blázquez recordaba que “los musulmanes son cuantitativamente el mayor número de víctimas del Daesh. Los cristianos también estamos intencionadamente bajo su punto de mira”.
El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, visitaba al día siguiente a los heridos en los hospitales. Oyendo sus testimonios como comprobar como “es doloroso ver cómo se te trunca la vida en unos minutos, por unos terroristas que no sabes lo que llevan dentro de sus cabezas”.
Ante esta dolorosa situación, para Juan José Omella la lección era clara: “En nombre de Dios no se pueden cometer atentados”. Para él, “Dios es el Dios de la vida y del amor en todas las religiones. Especialmente en la nuestra, en la católica, donde Dios muere por salvar al hombre. Ese camino de destrucción ni es religión ni viene de Dios y nunca se puede tolerar. La religión tiene que llevarnos a la convivencia y a la paz. Solo los que se separan de ese camino son los que han estropeado la fe y la religión”, reflexionaba.
“Nuestro primer pensamiento y deseo va dirigido a las víctimas mortales del atentado, convencidos de que Dios, Padre bueno, las ha acogido en su paz y en su descanso”. Así mostraba la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) su pésame por lo sucedido a los familiares de las víctimas mortales y de sus heridos. Para la agrupación de religiosos españoles, lo sucedido era una ocasión para que las comunidades religiosas redoblasen “su oración a favor de la paz y de una convivencia pacífica de los pueblos”.
También el cardenal Ricardo Blázquez, resaltaba la importancia de trabajar por la paz tras lo ocurrido. “Tenemos que unir a la condena, el trabajo unidos por paz. En la paz estamos todos concernidos. Si no, la humanidad sería un caos. Por otra parte, los cristianos sabemos que uno de los nombres muy relevantes que Jesús recibe en el nuevo testamento es ‘Jesús es nuestra paz’”, señalaba. Para el presidente del Episcopado “el camino nunca es la violencia terrorista, el respeto de todas las personas es el verdadero camino de la construcción del futuro y de la paz ahora y siempre. Lo demás es una herida a todos nosotros”.
La Unión de Religiosos de Cataluña también quiso mostrarse en aquellos días cercana a las víctimas. Junto con su condena radical del acto terrorista y los mejores deseos para que “todos los afectados encuentren la fuerza y el afecto que les permita rehacer sus vidas”; también subrayan algunas claves.
Por eso, ante una situación como esta apelaron que no dejarían de “continuar siendo constructores de paz y de concordia” y de “ofrecer la ayuda que sea necesaria”. Algo que sintoniza con la máxima evangélica de la búsqueda del Reino de Dios y su justicia: “Creemos profundamente que el amor, la justicia y la paz son mucho más fuertes que el odio, la violencia y la destrucción. Así pues, desde la fe, seguiremos orando y trabajando para generar la armonía que nos permite convivir juntos sin que nadie tema a nadie”.
Para el párroco de santa Ana –en pleno barrio del Raval–, Peio Sánchez, el diálogo interreligioso es una constante. “Desde hace tiempo se viene trabajando en espacios puente de diálogo entre religiones en la ciudad para conocer la realidad de los musulmanes. En estos momentos estos espacios se convierten en especialmente significativos porque la relación con las comunidades islámicas es buena y estrecha”, señalaba hace un año a Vida Nueva.
El sacerdote, confiaba que tras el atentado no se multiplicasen los gestos de odio al diferente. “Hay un tejido suficiente de encuentro para que no se genere un discurso del odio y la simplificación”, señalaba al recordar que “Barcelona tiene una larga tradición de convivencia”.