“Vergüenza y dolor”. Con estas palabras, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, resume los sentimientos que ha generado en el Vaticano el polémico informe sobre abusos sexuales cometidos por más de 300 sacerdotes en el Estado de Pensilvania, que habrían afectado a más de 1.000 personas. El documento recoge información de las seis diócesis de ese territorio estadounidense de los últimos 70 años y desvela un sistema de encubrimiento por parte de los obispos.
“Las víctimas deben saber que el Papa está de su parte”, subraya Burke en un comunicado publicado ayer, 16 de agosto, en el que reitera que “aquellos que han sufrido son una prioridad, y la Iglesia quiere escucharlos para erradicar este trágico horror que destruye la vida de los inocentes”.
Consciente del daño generado por estos casos, el Vaticano insiste en que “la Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado y debería haber asunción de responsabilidades tanto por parte de los abusadores como por parte de aquellos que permitieron que se produjera”.
Pese a la dureza del informe, que expone abusos “criminales y moralmente reprobables”, la Santa Sede destaca que la mayor parte de los episodios se produjeron hace décadas, lo que mostraría que comienza a calar la doctrina de ‘tolerancia cero’ frente a la pederastia planteada por Benedicto XVI y continuada luego por Francisco.
“No habiendo encontrado apenas casos después de 2002, las conclusiones del Gran Jurado son coherentes con estudios precedentes que muestran cómo las reformas hechas por la Iglesia católica en Estados Unidos han reducido drásticamente la incidencia de los abusos cometidos por el clero”, puede leerse en el comunicado vaticano.
La Santa Sede reafirma la obligación de “obedecer a la legislación civil, incluida la obligación de denunciar los casos de abusos a menores” y pide mantener una “constante reforma y vigilancia” para desterrar esta lacra de la Iglesia, de manera que los menores y adultos vulnerables estén siempre protegidos. Sólo así se podrá evitar que se sigan repitiendo hechos de este tipo que traicionan la confianza de las víctimas y les roban “su dignidad y su fe”.
Horas antes del comunicado vaticano, los obispos de Estados Unidos solicitaban a la Santa Sede una investigación a fondo sobre los escándalos. Así lo exponía el presidente del Episcopado norteamericano, el cardenal Daniel DiNardo, que instaba a la Santa Sede a llevar a cabo una Visita Apostólica para aclarar lo sucedido.
“Nos enfrentamos a una crisis espiritual que requiere no solo conversión espiritual, sino también cambios prácticos para evitar repetir los pecados y fallos del pasado que son tan evidentes en el informe reciente”, relata DiNardo.