Aretha Franklin muere a los 76 años, pero su voz no se apaga. Tampoco su fe. La religiosidad empapó su vida. Desde la cuna. No en vano, era hija del reverendo Franklin, el predicador afroamericano más famoso a mediados del siglo XX y su templo en Detroit era un referente cultural en todo el país. Cuando se llegó a decir que Aretha vivía una crisis de fe, su padre lo negó rotundamente: “Si quieres saber la verdad, nunca ha abandonado la Iglesia. Si tienes capacidad de sentir y escuchar, sabrás que sigue siendo una cantante de góspel”.
Y es que, aunque en los obituarios de medio mundo se la corona -y con razón- como la reina del soul, lo cierto es que quienes los mitómanos de la artista la consideran la gran dama del góspel y rubrican que su mejor actuación se recoge en el documental ‘Amazing Grace’, dirigido por Sydney Pollack, que lleva el mismo título de su disco más vendido. Entre sus temas más laureados, ‘Mary, don’t you weep’ o ‘What a friend we have in Jesus’.
El otro gran proyecto discográfico religioso de Franklin fue el doble CD en directo ‘One Lord, one faith, one baptism’, en el que dos canciones llegan a rozar la genialidad. Por un lado, ‘The Lord’s prayer’, y por otro, un impagable ‘Oh Happy Day’, mano a mano con Marvis Staples.
Indispensable en este recorrido es su interpretación en el funeral de Martin Luther King. Su interpretación del salmo ‘Precious Lord, take my hand’ fue sin duda uno de los momentos más icónicos de la despedida del defensor de los derechos humanos. “Nos sentimos bendecidos por haber compartido la vida con Aretha. Más allá de su tremenda voz, fue voz del movimiento por los derechos humanos, fue instrumento…”, recordaba ayer Bernice, la hija pequeña de Luther King.
No es gospel, sino el soul más racial de Franklin. Es una canción de amor, una declaración en toda regla que impregna todo su ser, incluidas sus motivaciones religiosas. Aretha canta al hombre que centra su vida, al que dedica su pequeña oración antes de levantarse. Su oración más íntima y también la más remasterizada.
Para la memoria colectiva queda su actuación ante el Papa, en el Encuentro Mundial de las Familias que se celebró en Filadelfia en 2015. Entre otros temas, Aretha interpretó una vez más su ‘Amazing Grace’. “De Francisco me gusta su humildad y su preocupación por la gente, cómo se refiere a sí mismo como el hijo de un inmigrante. Recuerda de dónde viene y quién es, más allá de ser Papa. Ahí está la grandeza de la humildad”, explicaba entonces sobre el Pontífice, al que le regaló algunos sermones de su padre.