Al cumplirse un año del horror vivido en Barcelona y Cambrils, cuando un grupo de fanáticos mancilló su fe con sangre inocente, la comunidad islámica española deja claro, una vez más, que la inmensa mayoría de los miembros de sus comunidades locales son ciudadanos de pleno derecho de nuestro país y viven la cultura de paz como un eje espiritual básico. Así lo reflejan varios de sus destacados representantes en conversación con Vida Nueva.
Riay Tatary, presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, explica que “la sociedad española en su conjunto sabe distinguir meridianamente entre las personas de bien y, por otro lado, ese ínfimo porcentaje de cualquier comunidad humana, descarriados que delinquen y hasta con derramamiento de sangre. Ese pequeño número de violentos no representan a grupo humano alguno”.
De hecho, no percibe un aumento del rechazo hacia ellos, sino todo lo contrario: “Las muestras de apoyo, comprensión vecinal y diálogo interreligioso y cultural han sido muy numerosas hacia las comunidades religiosas musulmanas, también para ayudarnos a hacer visible públicamente el rechazo contra acciones terroristas y contra acciones islamófobas contra mezquitas y los discursos de odio contra el musulmán o cualquier otro colectivo humano”.
Otra cosa es que, como lamenta Tatary, “tal como se efectuó el tratamiento de la información, sí hemos tenido dificultades interpuestas por funcionarios de algún consulado español en el extranjero y de policía nacional en algún aeropuerto por no aceptar a imanes perfectamente verificados y autorizados por Interior y Exteriores”.
En definitiva, para el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, “hemos de poner de manifiesto de forma clara, firme e inequívoca que la Palabra de Dios transmitida a la humanidad, y recogida también en el Corán, nos recuerda que todos somos hermanos, así como el alto valor de la vida humana inviolable, siendo trascendentalmente grave el desprecio a la vida del otro, de tal modo que, quien salva una vida, es como si salvara a la humanidad”.
Mohamed Kamal Moustafa, imán de Fuengirola, en Málaga, es igualmente claro: “Como humanos, musulmanes y españoles que somos, condenamos muy enérgicamente, como no puede ser de otra manera, toda clase de terrorismo. Aunque de un modo verbal, como lo hemos hecho siempre, el islam en sí nos lo ordena”.
“Cuando ocurrió ese salvaje y bárbaro ataque en Barcelona –recuerda el imán–, hicimos una concentración en Fuengirola en favor de la paz y en contra del terrorismo. Así lo hemos hecho siempre, como cuando ocurrió en Madrid y en otros lugares del mundo, sin excepción; solo que los que ocurrieron en España nos hieren mucho más”.
Porque, como concluye Kamal, “como humanos, musulmanes y españoles nos tocan muy de cerca… Siempre mantenemos nuestras súplicas en nuestra oración por los familiares que dejaron detrás las víctimas y rogamos a Dios que siembre su divina paz en los corazones de la gente y les facilite la buena convivencia en esta vida y la buena recompensa en la otra”.
Fruto del compromiso con la convivencia y la paz de la comunidad islámica de Fuengirola es que este mismo verano ha organizado junto a la diócesis malagueña un campamento infantil y juvenil interconfesional, con chicos musulmanes y cristianos.
Ismaín Perera Mohamed, uno de los voluntarios en ese campamento por parte de la mezquita, considera que la violencia es un mal que nos aqueja a todos: “Desgraciadamente, la variedad de los orígenes de las víctimas del atentado fue un fiel reflejo de lo que es y quiere seguir siendo España. Una ciudad abierta y libre. Porque estos atentados no solo ocurren en España y en el resto de Europa, sino en los propios países de mayoría musulmana: Siria, Egipto, Libia, Túnez, el sur de África…”.
El también vicepresidente de Jóvenes Musulmanes de Málaga recalca que “el mundo observa y no fueron solo 34 las nacionalidades atacadas ese día… Atacaron a todas las nacionalidades que conforman este mundo. Al fin y al cabo, la rabia contra las injusticias derivadas del terrorismo es universal, y eso no solo está implícito en las religiones, sino en todo ser humano”. Respecto al islam, este “conoce con precisión milimétrica el valor de la vida y condena cualquier acto que repercuta en ella”.
Sobre si se percibe o no un aumento de la desconfianza entre ciertos sectores de la población, Perera reconoce que, “durante los días posteriores al atentado, hubo repulsas en contra de la comunidad musulmana, alimentados por comentarios negativos de grupos ultraderechistas. Pero la solidaridad y la lógica de las personas eliminaron esos estereotipos que poco a poco querían ganar fuerza”. Así, en general, “en Málaga no se han notado la desconfianza ni la islamofobia que han tenido otras ciudades como Sevilla, Granada o Tarragona, con ataques y pinturas racistas hacia las mezquitas”.
Aunque lo cierto es que los prejuicios los pagan quienes sufren “la doble estigmatización” de ser “mujer y musulmana”… “Se podría recalcar de forma negativa el sobreesfuerzo que tienen las mujeres musulmanas a la hora de encontrar trabajo, ya sea por el hiyab o por su ascendencia en toda España. Esa es la doble moral que hace un atentado terrorista a un país, generar desconfianza y un discurso falso”.
Con todo, Perera cierra apelando al conocimiento: “Islam significa al mismo tiempo ‘sometimiento’ y ‘paz’, derivando la raíz s-l-m, por lo que el significado completo sería el “sometimiento o adecuación a la Realidad Única, a Dios”.
Por lo tanto, “en el islam, como modo de vida y como religión, es incompatible que se perpetúen actos de violencia y terrorismo porque van en contra de su bondad moral y condena categóricamente que se haga en su nombre. La fe es incompatible con la maldad”.