Entrevistas

Cardenal Porras: “Romero rubricó con su vida el compromiso fundamental de Medellín”

  • El arzobispo de Mérida (Venezuela) y administrador apostólico de Caracas analiza para Vida Nueva en esta tercera entrega la histórica Conferencia de la Iglesia Latinoamericana que cumple 50 años
  • “Las teologías latinoamericanas han ampliado su base antropológica; no sujetas a una sola referencia”, considera el purpurado





PREGUNTA.- El CELAM entendió en Medellín que “la opción preferencial por los pobres” era la única respuesta posible a “los signos de los tiempos” de los que había hablado el Concilio. Y cobraron protagonismo las Comunidades Eclesiales de Base, la teología de la liberación… ¿Por qué lo perdieron con el paso de los años, si muchas de las heridas de entonces todavía persisten?

RESPUESTA.- El CELAM, pero sobre todo las Iglesias en América Latina, entendimos progresivamente, en y desde Medellín, que “la opción preferencial por los pobres” era la única respuesta posible a “los signos de los tiempos” de los que había hablado el Concilio. Y cobraron protagonismo la unión entre fe y justicia, entre evangelización y compromiso social, las Comunidades Eclesiales de Base, la teología de la liberación… ¿Es hoy la misma, con el paso de los años, si muchas de las heridas de entonces todavía persisten?

A lo largo de estos 50 años se han decantado muchas cosas. Se han corregido errores, se ha pasado de la diatriba al diálogo, se ha depurado el –mejor, los– pensamientos teológico-pastorales, y han surgido nuevas experiencias en un clima más sereno y fraterno. Y esto en medio de las lacerantes heridas de nuestras sociedades, que no terminan de encontrar los caminos correctos para vivir en democracia, pues campan los fantasmas del populismo y las regresiones ideológicas de algunos sectores, unidos a un afán de poder y a una sed de riqueza que llevan a la corrupción y a la desigualdad.

Sin embargo, en medio de esta borrasca y con una aguda conciencia de sus responsabilidades y limitaciones, en la mayor parte del subcontinente la institución más creíble y confiable es la Iglesia católica; como el niño del evangelio, que solo tenía cinco panes y dos peces, pero fue el primer protagonista de la multiplicación de los panes, porque dio todo lo que tenía, y no faltó para que comiera la multitud hambrienta.

Los problemas eclesiales de mayor resonancia se presentan en el Cono Sur, donde al secularismo y anticlericalismo se unen los dolorosos escándalos que solo se sanan con transparencia y verdad, justicia y misericordia.

A nivel de reflexión teológico-pastoral, se han ido superando sospechas y se camina con diversos acentos en la complementariedad de posturas. Las teologías latinoamericanas, porque son variadas, han ampliado su base antropológica; no sujetas a una sola y determinada inspiración o referencia, sino que en ellas caben los acentos propios de las culturas, como aglutinador para una lectura cristiana desde la Palabra y la Tradición.

Los encuentros, que responden a iniciativas diversas, para darle sostén a una visión más acertada que no contraponga dogmática y pastoral; la liberación como categoría teológica y no solo sociológica, la referencia al “pueblo” como núcleo de la identidad y sujeto primario de la fe son un claro ejemplo de la búsqueda de un aporte más serio que sirva, entre otras cosas, para entender y valorar mejor lo que hay de inculturación y “catolicidad” en el pensamiento del papa Francisco, que le da dimensión universal a lo que hasta ahora podía ser visto como un pensamiento local o parcial-

P.- Eduardo Pironio, Samuel Ruiz, Leonidas Proaño, Hélder Câmara… ¿Ha tomado la Iglesia latinoamericana el testigo de aquellas voces proféticas que participaron en Medellín?

R.- Cada vez más la memoria como categoría teológica se abre campo. Es rica y un tanto desconocida la presencia profética en América Latina desde los inicios de la evangelización en este continente. Documentos oficiales del CELAM, de los episcopados y otras instancias dan fe de ello. Los testigos de antaño y hogaño son numerosos. Las voces proféticas de Medellín no fueron estrellas solitarias perdidas en el universo, sino parte de una galaxia que anima y conforta la fe de las actuales generaciones. Varios de ellos están en proceso de beatificación, como el cardenal Pironio, monseñor Angelelli, monseñor Jaramillo, los mártires centroamericanos, clérigos y laicos, entre otros. Nunca como en el siglo que acaba de fenecer hubo testigos cualificados de la fe que dieron su vida en la vida cotidiana o víctimas de la violencia y el odio al testimonio cristiano. Es un fenómeno universal hoy día, pues son numerosas las noticias de hermanos en la fe que mueren o viven en condiciones precarias en todos los continentes, en aras de la libertad religiosa y de la redención de los hermanos perseguidos o excluidos. No hay resurrección sin pasión y cruz. Las conmemoraciones que se están haciendo este año ponen de relieve la presencia de estos testigos, cercanos en el tiempo y en los afectos, signos de esperanza y pasión por la causa de Jesús.

P.- La canonización de Pablo VI el próximo mes de octubre, ¿es el broche soñado a este aniversario de la Conferencia Medellín?

R.- Me atrevo a afirmar, por pura corazonada, pero a partir de una visión providente según la cual el Señor de la Historia se sirve de la iniciativa de su Siervo, el papa Francisco, que la canonización de Pablo VI, junto con la de monseñor Óscar Arnulfo Romero, en el año jubilar de Medellín, no son simple coincidencia. Pablo VI convocó e inauguró Medellín, siendo el primer Papa que pisó el continente americano en su memorable visita a Colombia. Monseñor Romero rubricó con su vida el compromiso fundamental de Medellín. Es, quizás, el mejor homenaje que Francisco, latinoamericano del “fin del mundo”, quiere brindar al mundo entero: la unión de la gran renovación conciliar con la de su aplicación evangélica en el dar la vida por los más pequeños, los pobres. Lo hace, además, en medio del Sínodo dedicado a los jóvenes, como signo de que les tocará a ellos, simbólicamente en nombre de toda la Iglesia, tomar el testigo y ser la antorcha de luz y gracia en las próximas décadas.

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