Cristina López Schlichting, una de las voces más populares de la Cope, ha ofrecido en la mañana de este viernes 24 de agosto su testimonio en el Encuentro Mundial de las Familias (EMF) de Dublín. Lo ha hecho en una mesa titulada ‘La familia que reza unida: encontrar tiempo para la oración en la era digital’.
En una charla moderada por la irlandesa Wendy Grace, directora ejecutiva de Compass Communications, a la conductora del matinal del fin de semana de Cope la acompañaban el italiano Marco Brusati, miembro del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y los irlandeses Francis Monahan, de ACCORD, y el religioso capuchino Richard Hendrick.
En esta entrevista con Vida Nueva, la periodista española relata una experiencia que, asegura, le ha calado hondo:
PREGUNTA.- ¿Qué ha supuesto para ti dar testimonio en un evento mundial de este tipo?
RESPUESTA.- Un regalo, una gran caridad hacia mi vida de mujer de esta época. Ha sido una caricia de Dios que alguien tan llena de debilidades como yo sea llamada para ayudar humildísimamente al Papa. Así es el cristianismo: una sorpresa inesperada.
P.- ¿Cómo surgió la posibilidad de estar en Dublín?
R.- Fue hace tres meses. Recuerdo que llegó una carta a mi nombre que venía de Roma y que venía firmada por el cardenal Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Vida y la Familia… Fíjate hasta qué punto me sorprendí que casi me caí de la silla (cuenta entre carcajadas). Me quedé perpleja, pues no tengo contactos en Roma. Ni en la Curia ni en ningún sitio. La sorpresa fue enorme.
El mayor momento de oración de la Historia
P.- ¿Cuáles han sido los ejes claves de tu testimonio?
R.- He hablado sobre el tiempo para rezar en un mundo sin tiempo. Algo muy propio de nuestro siglo XXI, donde apenas tenemos minutos libres en nuestras repletas agendas y a menudo es imposible un rato de recogimiento. En mi opinión, el problema radica en que no entendemos el método de Dios para cada uno de nosotros. Es hermoso el silencio con Él, pero también lo es el ruido con Él.
Fijémonos en la muerte de Cristo en la Cruz. Estamos ante el mayor momento de oración de toda la Historia y estuvo marcado por un ruido incesante: Jesús pedía perdón al Padre por todos nosotros, entregaba a su madre a Juan y, en mitad de estas letanías históricas, los soldados se repartían sus ropas, la gente se reía de él, se oían gritos y hasta tuvo lugar un terremoto. Hubo de todo menos silencio.
P.- Una idea que has ilustrado con una bonita anécdota…
R.– Sí, sobre la conversación que un día mantuvieron el cirujano italiano Enzo Piccinini y el fundador de Comunión y Liberación, Luigi Giussani. El cirujano, que tenía una agenda terrible, le dijo a Giussani: “He resuelto mi problema con la oración. Cada vez que tengo que operar, rezo diez minutos antes en la capilla”. Este le dijo: “No has entendido nada, Enzo” Y, a la repregunta de Enzo, explicó: “El momento de oración coincide con el instante en que tu bisturí entra en la carne del paciente”.
Giussani quería mostrarle que el tiempo y el espacio son de Dios, que las criaturas con las que tratamos son Su carne y que, si adquirimos esta conciencia de las cosas, la vida entera se convierte en oración, en relación de cada hombre con su Destino. El mundo es el templo de Su presencia y estamos llamados a contemplarlo siempre, a vivir en Dios, a orar siempre. Podemos encontrarnos con Él en cualquier circunstancia. Este es un hecho que yo misma he comprobado muchas veces. En los Balcanes, en plena guerra, o en directo en un programa de radio.
Fe que crece entre tres pontificados
P.- ¿Cómo ves este EMF, donde hay una diversidad de temas que recogen la realidad familiar en su amplitud?
R.- Los tres últimos papados, que son los que yo he vivido, son de una hermosura extraordinaria. Juan Pablo II marcó el inicio de mi fe con su “no tengáis miedo”. Benedicto XVI fue el Papa que nos hizo ver claramente que razón y fe van de la mano. Ahora, con Francisco, estamos ante el tiempo de la ternura de Dios, lo cual es en sí conmovedor.
En mi caso, como divorciada desde hace 13 años, mi situación no es la más ortodoxa, por así decirlo, pero eso no ha sido inconveniente para ser elegida desde la propia Iglesia para dar testimonio de fe. Este es un tiempo marcado por muchas experiencias de dolor para muchas personas y familias, pero, a su vez, es un momento en el que el Señor se dirige a todos los que pasamos por ello y, por encima de las circunstancias, nos ofrece su abrazo.
P.- Por lo visto en los dos Sínodos sobre la Familia y en este encuentro de Dublín, ¿crees que la Iglesia busca adaptar su respuesta a las familias y ofrecer una mayor concreción y cercanía?
R.- Más que visibilizar o adaptar, que son expresiones que forman parte del lenguaje del mundo, a nivel eclesial yo prefiero hablar de la vuelta a casa, en el más profundo sentido evangélico. Como reclama Francisco, se trata de ser un inmenso hospital de campaña para tantas personas que sufren. La vida es un camino muy hermoso en el que a veces nos topamos con el dolor, que sacude a las personas y a las familias. Pero todas ellas deben saber que la Iglesia es también un lugar muy hermoso en el que pueden ser muy felices.