Cuando Francisco eligió Dublín como sede para el Encuentro Mundial de las Familias era muy consciente de la situación crítica de la Iglesia católica en el país que en muchos contextos se ha presentado como paradigma de la tradición católica. Al ir a clausurar el encuentro, el pontífice se encontrará con una iglesia local que busca su purificación y cuya pérdida de influencia y credibilidad en la opinión pública se ha puesto de manifiesto en las últimas consultas populares y las nuevas medidas legislativas.
40 años después de la última visita de un papa, como fue entonces la de Juan Pablo II, ‘Vida Nueva’ repasa los tres retos de Francisco en estas poco más de 30 horas que va a pasar en la isla Esmeralda
La desaparición total de grandes estructuras caritativas de la Iglesia católica irlandesa como han sido las Lavanderías de las Magdalenas –una ingente red de antiguos hospicios para mujeres que han dado trabajo y formación a generaciones de irlandesas– por los abusos de poder y sexuales por parte de la jerarquía eclesiástica es solo una muestra de como esta lacra se extendió, ante la indiferencia interna, durante décadas.
La remolonería de los episcopados locales en su aplicación de los protocolos de tolerancia cero, las resistencias intraeclesiales, la superioridad moral de una visión centrada en el clericalismo autoreferencial… han sido el caballo de batalla de víctimas como Marie Collins, que no han querido renunciar a su fe a pesar de que este crimen se perpetraba –¡y se encubría a sabiendas!– de forma sistemática en determinadas parroquias e instituciones.
En 2010, Benedicto XVI escribió una carta al pueblo irlandés para pasar definitivamente de página e implementar nuevos procesos de sanación de las propios diócesis… pero el camino es siempre lento. Hoy una lámpara luce de forma perpetua en la capilla del Santísimo de la procatedral de Santa María de Dublín en memoria de todas las víctimas de los abusos sexuales acaecidos dentro de la Iglesia. Allí rezará en silencio Francisco, además de –según ha insinuado el Vaticano– arañar algunos momentos al condesado programa de la visita papal, para el encuentro y el consuelo de las víctimas. Pero todo lo que se haga, como escribía el Papa en su carta “al Pueblo de Dios” al comienzo de la semana, “siempre será poco”.
El rol de las familias también ha sido fuertemente marcado por el tradicionalismo irlandés, que parecía presentarse al resto de Europa –o en grandes lugares de inmigración irlandesa cono los Estados Unidos– como el último gran bastión de un catolicismo con una forma excesivamente monolítica de entender la ortodoxia. Este mensaje va calando en la sociedad. Por ejemplo, la que fuera presidenta de la república entre 1997 y 2011, Mary McAleese, una abogada católica, desde las filas del feminismo radical afirma que “la Iglesia es la última fortaleza de la misoginia” y por ello ha llegado a defender que los niños no sean bautizados porque “es un acto de coacción” hacia los pequeños.
El referéndum constitucional sobre el matrimonio homosexual, en mayo de 2015, con una participación de 60,52% de los convocados y el 62% de los votos a favor, fue para muchos el símbolo de fin de la influencia social de la Iglesia y una ruptura con las propuestas del Magisterio sobre el matrimonio y la familia. El cambio constitucional, de hecho, contaba incluso con el apoyo e impulso de los políticos conservadores y solo apenas 4 años antes ya se habían aprobado las uniones civiles.
Con una propuesta pastoral para las familias tan marcada por una determinada visión, la pluralidad del actual Encuentro Mundial de las Familias es un revulsivo para muchas propuestas que las diócesis, poco a poco, han ido poniendo en práctica siguiendo las intuiciones de los dos sínodos de la familia y de ‘Amoris laetitia’. Francisco va a impulsar estos nuevos pasos de apertura y acogida de las parroquias a las situaciones de fragilidad que se viven en la familia, a desvelar la periferias de una Iglesia como la irlandesa que tantas veces en su historia ha vivido instalada en el centro del poder.
La extensión de los casos de pederastia y de diferentes abusos de poder dentro de la Iglesia católica hanacelerado el proceso de secularismo del país. Como antídoto para acabar con la caricatura que muchas veces otros han hecho de la importancia que la sociedad irlandesa ha concedido a su tradición religiosa, la asunción de medidas políticas contrarias a la doctrina católica no se ha hecho esperar.
El país ha aprobado en un tiempo récord, con referéndums de apoyo popular incluidos, cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo o, en el pasado mes de mayo, el aborto. Además esta oposición a la reflexión eclesial se ha esgrimido como auténtico argumento decisorio para promover el voto de castigo a la Iglesia.
Esto se observa también en las cifras internas de la propia iglesia. Lejana a los tiempos de san Patricio, el número de seminaristas de toda la isla es de 25 –¡25!– y se han cerrado grandes instituciones de formación, como el Seminario de Belfast que ha resistido más de 850 años y no pudo ser destruido por los enfrentamientos de Irlanda del Norte entre católicos y protestantes, quienes llegaron a rociar con gasolina y prender fuego al edificio.