A pesar de la creciente secularización del continente europeo, acentuada en Irlanda por el drama de los abusos sexuales, más de medio millón de personas se reunieron en el Phoenix Park de Dublín para asistir a la eucaristía del Encuentro Mundial de las Familias, presidida por el Papa.
Los miles de peregrinos desafiaron a la lluvia y Francisco una vez más se mojó ante el temporal de la pederastia que vive la Iglesia en diferentes latitudes, pero con epicentro en Irlanda.
Rompiendo el esquema inicial previsto en la liturgia, pero insertándolo con naturalidad en el acto penitencial de la eucaristía, Francisco clamó una vez más por los supervivientes de los abusos sexuales y de poder en el seno de la Iglesia: “Para que nunca más suceda y se haga justicia”.
En una extensa oración de petición de perdón leída en castellano, Jorge Mario Bergoglio clamó en primer lugar “por los abusos en Irlanda, de poder y conciencia, abusos sexuales”. Así, expresó su deseo de que “Dios mantenga y acreciente este estado de vergüenza”.
A partir de ahí, y hasta en una decena de ocasiones consecutivas, el Papa pidió perdón “por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones, religiosos y religiosas”, además de “por los casos de explotación laboral al que fueron sometidos tantos menores”.
“Pedimos perdón por las veces que como Iglesia no hemos brindado a los supervivientes compasión, justicia y verdad con acciones concretas”, señaló a continuación el Papa que también evidenció su dolor por “algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas”.
Especial hincapié hizo el Papa en la tragedia vivida por los miles de niños que fueron separados por sus madres en los orfanatos católicos. Tras conocer el sábado en primera persona a dos de estos menores hoy adultos, el Papa explicó en la eucaristía: “Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que tratar de buscar a sus hijos que habían sido alejados o a los hijos que había sido separados era pecado mortal”, comentó ante los fieles. “Eso no es pecado mortal, es cuarto mandamiento”, sentenció, siendo aclamado por los miles de fieles que le escuchaban.
Así cumplió con lo prometido a las ocho víctimas con las que se había reunido la tarde anterior que le relataron las atrocidades vividas como víctimas de la pederastia, pero también del horror de los orfanatos regentados por religiosas y por los casos de bebés robados. “Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisieran poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos”, expresó con rostro visiblemente serio.
Unos minutos antes, el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, como anfitrión del encuentro, reconoció ante el Papa cómo “la Iglesia ha herido a la gente en lo más profundo de su fe” en Irlanda.
“Hemos vivido momentos de invierno crudo, pero también de primavera”, explicó el prelado, que confió en que “la luz cubra la oscuridad, la Iglesia de Irlanda necesita esa luz para reaparecer con sencillez y esperanza”.