El segundo día de Francisco en Irlanda, este domingo 26 de agosto, ha comenzado muy pronto, con el Papa peregrinando a primera hora de la mañana al corazón espiritual del país, el santuario de Knock. Instalado en el Condado de Mayo, los fieles locales aseguran que, el 21 de agosto de 1879, se aparecieron allí frente a la pequeña iglesia original la Virgen María, san José, san Juan Evangelista y un cordero sobre un altar.
Tras varias investigaciones eclesiales para establecer su veracidad, en 1979, Juan Pablo II aprovechó su viaje a Irlanda para visitar el santuario (y la inmensa basílica levantada en su centro, con capacidad para 20.000 personas) en el centenario de las apariciones y darles así un marchamo de reconocimiento oficial por parte de la Iglesia.
Nada más llegar al santuario, Bergoglio ha rezado en su Capilla de la Aparición y ha dirigido a los presentes un discurso en el que se ha adentrado en la espiritualidad mariana. “En la Capilla de la Aparición –les ha asegurado– he encomendado a todas las familias del mundo a la amorosa intercesión de la Virgen y, de modo especial, a vuestras familias, las familias irlandesas. María nuestra Madre conoce las alegrías y las dificultades que se viven en cada hogar. Conservándolas en su inmaculado Corazón, las presenta ante el trono de su Hijo con amor”.
Un rosario de oro
“En recuerdo de mi visita –ha proseguido–, he traído como regalo un rosario de oro. Sé que en este país es importante la tradición del rosario en familia; les pido que sigan con esta tradición. Cuántos corazones de padres, madres e hijos han obtenido fuerza y consuelo a lo largo de los años meditando sobre la participación de la Virgen en los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de Cristo”.
Tras pedir que los fieles encuentren en María el “apoyo en sus esfuerzos por difundir el Reino de Cristo y por ocuparse de los últimos de nuestros hermanos y hermanas”, ha descrito de un modo vibrante hasta qué punto el camino puede ser costoso, pero merece la pena: “Que, en medio de los vientos y las tempestades que azotan nuestros tiempos, sean baluartes de fe y de bondad que, según las mejores tradiciones de la nación, resisten a todo lo que pretende disminuir la dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios y llamados al sublime destino de la vida eterna”.
Heridas abiertas
Tampoco ha dejado pasar Bergoglio la oportunidad de volver a tronar desde Irlanda contra la lacra de la pederastia eclesial: “Que la Virgen mire con misericordia a todos los miembros de la familia de su Hijo que sufren. Rezando delante de su imagen, le he encomendado de modo particular a todas las víctimas de abusos por parte de miembros de la Iglesia en Irlanda. Ninguno de nosotros puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia; han sido alejados de sus madres, abandonados y se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos”.
“Esta herida abierta –ha continuado con gesto serio– nos desafía a que estemos firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y de la justicia. Imploro el perdón del Señor por estos pecados, por el escándalo y la traición sentida por tantos en la familia de Dios. Pido a nuestra Madre Santísima que interceda por la curación de todos los sobrevivientes de abuso de cualquier tipo y que confirme a cada miembro de la familia cristiana con el propósito decidido de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse”. “Y que interceda -ha improvisado- por todos nosotros, para que podamos proceder siempre con justicia y reparar, en lo que nosotros dependa, todo tipo de violencia”.
Saludo a Irlanda del Norte
También ha querido adentrarse en otra cuestión que, sin duda, aún está por cicatrizarse en el país. Así, ha dirigido “un cordial saludo a la querida gente de Irlanda del Norte”. “Si bien mi viaje con motivo del Encuentro Mundial de las Familias no incluye una visita al Norte –ha recalcado–, os aseguro mi afecto y cercanía en la oración. Pido a la Virgen que sostenga a todos los miembros de la familia irlandesa para que perseveren, como hermanos y hermanas, en la tarea de la reconciliación”.
Francisco ha concluido si intervención felicitándose por los avances del diálogo ecuménico en la zona, siendo, como fue, la confrontación entre católicos y protestantes una causa clave en el enfrentamiento: “Estoy agradecido por los progresos ecuménicos y por el significativo aumento de la amistad y la colaboración entre las comunidades cristianas, y rezo para que todos los discípulos de Cristo lleven adelante con constancia los esfuerzos para avanzar en el proceso de paz y para construir una sociedad armoniosa y justa para sus hijos hoy… Sean cristianos, musulmanes, judíos o de la fe que sea. Hijos de Irlanda”.
Ángelus para los presos
Concluido su discurso, ha salido a la explanada para rezar el ángelus dominical junto a toda la Iglesia universal.
“Deseo dirigir -ha proclamado ante las decenas de miles de fieles concentrados- un saludo especial a los hombres y mujeres que están en las cárceles de este país, y agradecer en particular a los que me han escrito, sabiendo que iba a venir a Irlanda. Os aseguro a vosotros y a vuestros familiares mi cercanía y mi oración. Que María, Madre de misericordia, vele sobre vosotros y os conforte en la fe y en la esperanza”.