Si Fátima es el corazón cristiano de Portugal y Lourdes lo es de Francia, en Irlanda este privilegiado espacio está reservado para Knock, en el Condado de Mayo, donde los fieles aseguran que, el 21 de agosto de 1879, se aparecieron frente a una pequeña iglesia la Virgen María, san José, san Juan Evangelista y un cordero sobre un altar.
Fruto del inmediato fervor popular que surgió desde ese momento, allí se erigió un santuario en cuyo eje central se levanta una basílica con capacidad para más de 20.000 personas. Pocas son si se tiene en cuenta que el templo recibe anualmente a un millón y medio de peregrinos, buena parte de ellos enfermos que oran para sanarse o, al menos, para encontrar consuelo espiritual.
Poco antes de las diez de la mañana de este domingo 26 de agosto, el papa Francisco, quien anoche presidió la Fiesta de las Familias en el Croke Park Stadium de Dublín, hará su entrada en el santuario, donde permanecerá una hora y, antes de marcharse, rezará el ángelus dominical.
Pero Bergoglio no es el primer pontífice que pisa Knock. Estuvo ya Juan Pablo II el 30 de septiembre de 1979, con motivo del centenario de la aparición, en un acto al que acudieron casi medio millón de personas. Simbólicamente, supuso el aprobado oficial de la Iglesia a una práctica religiosa que muchos fieles iniciaron desde el primer momento, cuando 15 personas aseguraron haber visto durante dos horas a María, san José, San Juan y el cordero sobre el altar, que representaría a Jesús.
Apenas mes y medio después de la aparición, la Iglesia local, a través del arzobispo John MacHale, puso en marcha una comisión que entrevistó a los 15 videntes, dando credibilidad a su testimonio. “Las personas –concluyeron– que hablan de esas apariencias y que declaran solemnemente la verdad de lo que afirman, son numerosas, respetables y respetadas por sus vecinos. Sus respuestas son francas y civiles, igualmente libres de osadía y evasión, y sus testimonios unidos constituyen una fuente de evidencia que pocos hombres imparciales tratarán de desacreditar”.
La persona referente en estos años en Knock fue Bartholomew Cavanagh, el párroco de la pequeña iglesia local. Hombre sencillo y muy apasionado, contó a sus fieles su idea de celebrar hasta 100 misas para salvar a quienes estaban en el purgatorio. Supuestamente, nada más concluir esa intención, fue cuando tuvo lugar la aparición. En los meses siguientes, su actividad fue ingente al tratar de atender a las masas de peregrinos que llegaban hasta aquel rincón de Irlanda. Dedicaba incontables horas de cada día a confesar y a atender a todos los que querían conocer más detalles sobre lo ocurrido allí.
En una crónica de 1880, el Daily Telegraph Correspondent describía así su encuentro con él: “Fuimos en coche a la cabaña del párroco y lo encontramos en su jardín. El archidiácono Cavanagh tiene fama en todo el campo de hombre de piedad sencilla, modales suaves y una modesta disposición de retiro. Este personaje se justifica por su apariencia, que es muy favorable”.
Significativamente, el propio padre Cavanagh fue uno de los miembros de la comisión instituida por MacHale para esclarecer los hechos. Fallecido el 8 de diciembre de 1897, fue enterrado en su parroquia.
En 1936, el arzobispo Gilmartin impulsó otra comisión que volvió a recabar las impresiones de los tres supervivientes. Tras ratificar todos ellos lo dicho más de cinco décadas antes, se volvió a concluir que no mentían. Desoyeron así a los críticos con este fenómeno, que aseguraron que todo fue una argucia en la que se utilizaron unas estatuas a las que se iluminaba en plena oscuridad, proyectando su imagen sobre la pared de la iglesia.