La carta del antiguo nuncio en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, en la que pide la dimisión del papa Francisco al acusarle de proteger al excardenal pederasta Theodore McCarrick, ha provocado una profunda conmoción en el episcopado estadounidense. Para tratar de responder a las cuestiones que deja abiertas su acusación y superar así este mal trago, el presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense (USCCB, por sus siglas en inglés), el cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston, ha solicitado una audiencia con el Pontífice.
Para DiNardo, la misiva de Viganò merece respuestas “concluyentes y basadas en la evidencia” porque sin ellas, se corre el riesgo de que “la reputación de hombres inocentes se vea manchada de acusaciones falsas, mientras los culpables están libres y pueden repetir los pecados del pasado. El presidente del episcopado estadounidense aseguró además estar deseoso de reunirse con el Papa para tratar esta espinosa cuestión, de manera que se puedan seguir dando pasos adelante en la doctrina de ‘tolerancia cero’ frente a los abusos para mejorar la respuesta de la Iglesia en los casos de comportamiento impropio por parte de los obispos.
En la audiencia con Jorge Mario Bergoglio, el arzobispo de Galveston-Houston espera conseguir su apoyo al plan de acción contra los abusos diseñado por el episcopado estadounidense tras la reciente carta de Francisco al Pueblo de Dios, en la que decía sentir “vergüenza y arrepentimiento” por lo sucedido y pedía perdón por “descuidar y abandonar a los pequeños”. DiNardo está seguro de que el Pontífice compartirá el “deseo de mayor eficacia y transparencia”, especialmente en los procedimientos disciplinarios contra los obispos. También espera comunicarle al Papa personalmente los avances conseguidos por laUSCCB en su investigación sobre McCarrick, en la que trabaja de forma conjunta a una comisión especial formada por laicos.
La de DiNardo no ha sido la única reacción de los prelados estadounidenses a la carta de Viganò. El cardenal Joseph Tobin, arzobispo de Newark, manifestó su “conmoción, tristeza y consternación” por las acusaciones que, a su juicio, no contribuyen “a la curación de los supervivientes de abuso sexual”. Tobin, que según el exnuncio fue promocionado por McCarrick, subrayó su apoyo al Papa y se mostró confiado en que pueda esclarecerse la verdad tras analizar las acusaciones de la carta, que consideró llena de “errores, insinuaciones y una ideología del miedo”.
El cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, aseguró por su parte que no tenía información alguna acerca de los abusos cometidos por McCarrick, como denuncia Viganò en su misiva. El propio Wuerl es sospechoso de haber encubierto casos de sacerdotes pederastas cuando era obispo de Pittsburgh, lo que ha llevado a uno de sus presbíteros a pedir abiertamente su renuncia. Otro de los prelados que arremetió contra la carta del exnuncio es el arzobispo de Chicago, Blase Cupich, al que Viganò acusa de estar “cegado por su ideología pro-gay”. Cupich le respondió afirmando que no hay pruebas de que la pedofilia esté más presente entre los homosexuales que entre los heterosexuales y consideró que hay un poso de racismo en las críticas a Bergoglio. “No les gusta porque es latino”.
Hubo además cuatro obispos (David Konderla, de Tulsa; Joseph Strickland, de Tyler; Thomas Olmsted, de Phoenix; y Allen Vigneron, de Detroit) que mostraron en mayor o menor medida su apoyo a Viganò y pidieron investigar las acusaciones que plantea en su carta.