El final del verano y la bajada de las temperaturas han permitido que el Papa retome las audiencias generales en la Plaza de san Pedro, ya que en agosto, debido al sofocante calor que suele azotar Roma, esta se lleva a cabo en el Aula Pablo VI. Como suele hacer tras un viaje, el Pontífice ha aprovechado la audiencia general de hoy para relatar la visita a Irlanda a los fieles allí congregados.
En primer lugar, el Papa ha explicado que su presencia allí era para “ante todo confirmar a las familias cristianas en su vocación y misión”. Y estas familias que acudieron “con toda la variedad de sus idiomas, culturas y experiencias, han sido un signo elocuente de la belleza del sueño de Dios para toda la familia humana”. Un sueño que no es otra cosa que “la unidad, la armonía y la paz, en las familias y en el mundo”. Y ha insistido sobre este punto: “Pensad bien en esto, lo que Dios quiere es que nadie esté solo, que nadie sea indeseable, que nadie quede excluido”.
Tras esta introducción, ha contado que los mayores “puntos de luz” de aquellos días fueron los testimonios de amor conyugal de parejas de todas las edades, que recordaron la importancia del mismo. “¡Cuánto necesita el mundo de una revolución de amor, de una revolución de ternura, que nos salve de la cultura actual de lo provisional! Y esta revolución comienza en el corazón de la familia”, ha exclamado Francisco.
También ha relatado la fiesta de las familias del sábado y la misa en el parque Phoenix, alabando los testimonios de familias que han sobrevivido a las guerras y crisis, y haciendo hincapié en las que han superado el “agujero intergeneracional” que han supuesto las nuevas tecnologías. En este sentido, como suele hacer, ha recalcado la importancia de escuchar a los abuelos, que tienen un papel clave en la consolidación de los lazos familiares “¡y son sabiduría, son la memoria de un pueblo, la memoria de las familias! Por favor no descartéis a los abuelos”.
El Papa ha contado que “además de una gran alegría”, en su viaje a Irlanda también tuvo que “soportar el dolor y la amargura por el sufrimiento causado en ese país por diversas formas de abuso por miembros de la Iglesia y el hecho de que las autoridades eclesiásticas en el pasado no siempre han sido capaces de lidiar apropiadamente con estos crímenes”. Así, ha asegurado que “los obispos irlandeses han emprendido un camino serio de purificación y reconciliación con aquellos que han sufrido abusos, y con la ayuda de las autoridades nacionales han establecido una serie de normas estrictas para garantizar la seguridad de los jóvenes”.
“En Irlanda hay fe –ha proseguido–, pero ¿sabéis algo? No hay vocaciones”. Por ello ha rezado un Ave María con los presentes a la Virgen de Knock: “Señor Jesús, envíanos sacerdotes santos para inaugurar una temporada de renovación de la Iglesia en Irlanda” y ha pedido que todos recemos por las vocaciones en el país.
Tras el Padre Nuestro, el Papa ha recordado que este domingo se celebra la cuarta Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, “que celebramos en unión con nuestros hermanos y hermanas ortodoxos y con la adhesión de otras Iglesias y Comunidades Cristianas”. Este año ha pedido incidir en la cuestión del agua,”un activo principal que debe protegerse y ponerse a disposición de todos”.