“Que el Señor nos dé la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar. Y esto en toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad … en toda la vida. Así seremos más imitadores de Jesús”. Con estas contundentes palabras, el Papa concluía hoy su primera homilía en la capilla de Santa Marta después de un verano sin celebrar sus eucaristías públicas diarias. Una invitación al silencio, justo cuando se cumple una semana de que el ex nuncio Carlo Maria Viganò publicara una carta acusando a Francisco de encubrir los abusos del cardenal McCarrick
Sin hacer mención explícita alguna al caso, sin embargo, sí se pronunció en la misma línea durante la homilía para reivindicar que “el silencio gana, pero a través de la Cruz, el silencio de Jesús”. Así, expuso que con “su silencio” Jesús gana los “perros salvajes”, gana “al diablo” que “sembró la mentira en el corazón”.
“Cuántas veces en las familias comienzan discusiones sobre política, sobre deporte, sobre dinero y esas familias terminan destruidas, en estas discusiones en las que vemos que el diablo está allí, que quiere destruir…”, se lamentó el Pontífice.
Frente a ello, el Papa de nuevo propuso una palabra: “Silencio”. “Porque la verdad es humilde, la verdad es silenciosa, la verdad no es ruidosa. No es fácil, lo que Jesús hizo; pero existe la dignidad del cristiano que está anclado en el poder de Dios”.
Desde esta reflexión, elaboró una conclusión que bien podría ser aplicada al coro de voces que se han multiplicado en la última semana a raíz de la misiva del diplomático vaticano jubilado: “Con personas que no tienen buena voluntad, con personas que buscan solo el escándalo, que buscan solo la división, que solo buscan la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y la oración”, aconsejó el Papa a quienes le escuchaban en la capilla de San Marta.
Lo cierto es que las palabras pronunciadas por el Papa en la homilía de Francisco, va en la línea de la llamada a la prudencia que hizo gala con los periodistas durante el vuelo de regreso de Irlanda. “Yo no diré una palabra sobre esto. Es un acto de fe”, les dijo entonces a los comunicadores.
La meditación matutina de Bergoglio se vertebró a partir del Evangelio del día en el que san Lucas relata cómo los maestros de la sinagoga “se pusieron furiosos y, levantándose, empujaron a Jesús fuera del pueblo hasta un barranco” tras escucharle hablar.
Para Francisco, esta reacción se produce porque algo cambia en el mensaje de Jesús respecto a otros que expusieron sus enseñanzas en el templo. Jesús anuncia una renovación, según Bergoglio, que siembra “dudas” en quienes le escuchan porque supone un cambio, al que se resisten, provocando que pasen “de la paz a la guerra”, “de la sorpresa a la indignación”,
Por eso, el Papa argentino subraya que aquellos que le persiguen “no eran personas, eran un grupo de perros salvajes que lo sacaron de la ciudad. Ellos no razonaron, gritaron. Jesús estaba en silencio. Lo llevaron al borde de la montaña para despeñarlo”. A renglón seguido, Bergoglio apunta que “este pasaje del Evangelio termina así: ‘Pero Él, pasando entre ellos, se puso en camino’. La dignidad de Jesús: con su silencio gana a la jauría y se va. Porque la hora aún no había llegado”.
Pero el Papa va más allá y recuerda que “lo mismo sucederá el Viernes Santo: la gente que el Domingo de Ramos había celebrado por Jesús y le había dicho ‘Bendito seas, Hijo de David’, luego dijo ‘Crucifícalo’. Habían cambiado. El diablo había sembrado la mentira en su corazón, y Jesús permaneció en silencio”.