Los participantes del Encuentro de Comunidades Afectadas por la Minería en América Latina, celebrado en Brasilia del 7 al 10 de agosto de 2018, han publicado una ‘Carta a nuestras iglesias, organizaciones y sociedad’, en la que recogen las reflexiones de la reunión.
Las jornadas contaron con representantes de organizaciones religiosas, movimientos y familias de varios países de América Latina, Estados Unidos y Europa y trabajaron con la encíclica ‘Laudato si’’ y la carta pastoral sobre ecología integral de los obispos latinoamericanos titulada ‘Discípulos misioneros, custodios de la casa común’.
“El daño grave y, a menudo, irreversible a la naturaleza y las violaciones de los derechos humanos causadas por el modelo de minería actual promovido por la búsqueda frenética de enriquecimiento inmoral, inhumano y antinatural de las grandes empresas mineras multinacionales”, señala la carta, “tiene como consecuencia que nuestros pueblos están condenados a un presente y un futuro de destrucción y muerte”.
Los firmantes indican que es “urgente poner límites a este modelo de desarrollo extractivo, como enfatiza el Papa”. La publicación realizada por la agencia Fides recoge también una conclusión: “Este encuentro nos ha permitido renovar nuestra misión de ayudar a construir nuevas relaciones con la naturaleza, no como un productor de riqueza, sino como hermana y madre que sostiene la creación y el bienestar de todos los seres que forman parte de esta casa común”.
Se condena de manera firme el daño causado por la extracción minera o la privatización de los ríos, “todos estos trabajos mineros aceleran la destrucción y condenan a millones de personas a sobrevivir en condiciones de precariedad, víctimas de enfermedades derivadas de la contaminación del agua, la tierra y el aire”.
Durante los 4 días que duraron las reuniones, se pudieron escuchar testimonios de víctimas de la minería y de activistas del medio ambiente, todos ellos narraron doloras experiencias pero dieron razones de fe de que “otro mundo es posible”.
Se lanzó el compromiso de continuar “denunciando estas prácticas de muerte y pedir cambios estructurales”. Reafirmaron su voluntad de “promover la vida, mediante el apoyo a los esfuerzos y las luchas de las comunidades afectadas por la minería que dañan seriamente la vida y el futuro de la madre tierra y todos los seres humanos”.
También hubo un mensaje específico para los líderes de la Iglesia, a los que se les pide que “asuman un mayor compromiso con quienes sufren las consecuencias de este modelo económico de producción desenfrenada y de saqueo sin límites de la naturaleza”.
Y a los Estados les pideron que tengan “una mayor responsabilidad en la administración del bien común para hacer leyes que garanticen los derechos humanos, los derechos de la naturaleza y el derecho fundamental de los pueblos a decidir su propio desarrollo”.
Por último, a las empresas para que “eliminen las prácticas de explotación criminal, irresponsables de vidas, territorios y culturas”.