Frente al “falso descanso” que ofrece la “floreciente industria de la distracción”, el papa Francisco ha planteado la autenticidad del “verdadero reposo” que los cristianos encuentran en el día del Señor, el domingo, centrado en la Eucaristía con la que alabar a Dios “por el don de la vida, dándole gracias por su misericordia y por todos los bienes que nos concede”.
Durante la audiencia general celebrada esta mañana en la plaza de San Pedro del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio ha continuado su serie de catequesis sobre los mandamientos centrándose en el tercero: “Fíjate en el sábado para santificarlo”. “El concepto de vida dominante hoy no tiene su centro de gravedad en la actividad y en el compromiso, sino en la evasión”, dijo el Pontífice, lamentando que muchos “ganen para divertirse”.
Esta mentalidad, a su juicio, hace que el individuo se vea inmerso en una “insatisfacción” por llevar una existencia “anestesiada” por la diversión que termina por no ser descanso, sino “alienación y fuga” de la realidad. “¡El hombre nunca ha experimentado tanto vacío como hoy!”, aseguró ante los miles de fieles congregados.
Aceptar la propia historia
Frente a esta forma de descanso, el Papa comentó que el “reposo en el nombre del Señor” tiene un motivo preciso. “Es el momento de la contemplación, el momento de alabar, no de la evasión. Es el tiempo para mirar la realidad y decir: ¡qué bonita es la vida!”, dijo Francisco, que destacó que el sentido del “auténtico reposo” puede encontrarse en las palabras del Éxodo: “Dios hizo el mundo en seis días, y el séptimo descansó”. Ese descanso, subrayó, es “la alegría de Dios por su creación, que era muy buena”.
En su catequesis de esta mañana el obispo de Roma destacó también la importancia de los momentos de “auténtico reposo” para alcanzar la reconciliación interior y con los demás, “para confrontarnos con las dificultades sin escapar de ellas, para encontrar la paz y la serenidad de quien sabe valorizar lo bueno que tiene, incluso en el lecho del dolor o en la pobreza”. Pidió a todos los fieles que se reconcilien “con su propia historia”, también con los hechos que resultan difíciles de aceptar.