El escritor madrileño, Premio Nacional de Literatura, reaparece siete años después con el volumen ‘Mudar de piel’ (Anagrama), un libro de relatos con el que regresa al mundo de la familia, las heridas y los afectos, los desapegos… De los lazos humanos, literatura, política o la exhumación de Franco, hablamos con el nieto de Torrente Ballester, que se ha ganado por derecho propio el título de “uno de los mejores narradores de su generación”.
PREGUNTA.- Su cuentario hace buena la frase de Tolstói: ‘Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera’…
RESPUESTA.- En el primer cuento de mi libro, uno de los personajes habla de las familias normales, contraponiéndolas a la suya, y otro de los personajes le corrige diciendo que ninguna familia es normal. La frase de Tolstoi es fantástica, pero me identifico más con esa idea. Todas las familias, por comunes que nos parezcan, esconden anomalías. Descubrirlas es el ‘leitmotiv’ de mis cuentos.
P.- Su libro vuelve a demostrar que es usted un bordador de historias. ¿Cómo es el proceso?
R.- Mi imaginación muy pocas veces se dispara. Necesito cercar las historias, y estas crecen paulatinamente a través de un laborioso proceso de escritura. Generalmente parto de una voz y luego voy creando su historia particular.
P.- ¿Somos justos juzgando al ejecutivo de Sánchez cuando lleva tres meses?
R.- Es raro tener un Gobierno apoyado en un grupo parlamentario tan exiguo, pero más raro era que el Gobierno de Rajoy siguiera como si tal cosa, con tantos y tan graves fracasos como acumulaba. Es sano que haya habido un cambio. Obviamente lo mejor es que hubiera elecciones pronto, pero lo cierto es que ya ni siquiera Ciudadanos parece muy interesado. Después del vendaval, parece que todos necesitan un tiempo para reconstruirse.
P.- ¿Está de acuerdo con la exhumación de Franco?
R.- La existencia del Valle de los Caídos, tal como lo concibió el dictador, es una afrenta para los republicanos enterrados allí contra la voluntad de sus familias. Debería haberse desmontado hace tiempo. Lo que es un sinsentido es hacerlo como un mero acto electoralista sin que vaya precedido de un proyecto perfectamente perfilado de lo que se va a hacer luego. Quitar a Franco por quitarlo no es suficiente.