Una teología impregnada de ternura, que no de mero sentimentalismo, y una teología no narcisista, sino dirigida a la comunidad. A ello invitó el Papa en la mañana de este jueves 13 de septiembre en la alocución que dirigió, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los participantes en la Conferencia ‘Teología de la ternura en el papa Francisco’, que se celebra en Asís del 14 al 16 septiembre.
“La teología y la ternura parecen dos palabras distantes”, señaló; sin embargo, “nuestra fe las vincula inextricablemente”. “La teología, de hecho, no puede ser abstracta, porque surge de un conocimiento existencial, nacido del encuentro con la Palabra hecha carne”, pero tampoco “puede reducirse al sentimiento”. Entonces, “¿qué contenido podría tener una teología de ternura?”, se preguntó.
A partir de ahí, Francisco comenzó su disertación señalando que sobre esta cuestión hay dos ideas que han de tenerse muy en cuenta: “La belleza de sentirse amado por Dios y la belleza de sentirse amado en el nombre de Dios”. Comenzando por la primera, Jorge Mario Bergoglio apuntó que “pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, estamos seguros de que Dios está cerca, compasivo, listo para ser movido por nosotros”.
“La ternura –añadió acto seguido– es una palabra beneficiosa, es el antídoto contra el miedo con respecto a Dios”, por lo que invitó “a dar a la Iglesia una teología ‘sabrosa’; para ayudarnos a vivir una fe consciente, ardiendo con amor y esperanza; para exhortarnos a que doblemos nuestras rodillas, tocados y heridos por el amor divino. En este sentido, la ternura se refiere a la Pasión”.
En cuando a la segunda idea, el Papa recordó que “cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, incluso el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura, entonces, lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar la retirada de uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana”.
En este sentido, aseguró que “la ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida”, y de ahí “nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor, a derramarlo en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, para combinarlo en el servicio y la entrega. Todo esto no por deber, sino por amor a Aquel de quien somos tiernamente amados”.
Por todo ello, Bergoglio invitó a los asistentes a tener en cuenta “una teología en el camino”, en la que, dirigiéndose a Dios, “toma al hombre de la mano; una teología no narcisista, pero dirigida al servicio de la comunidad; una teología que no se contenta con repetir los paradigmas del pasado, sino ser la Palabra encarnada“.