No es la primera vez que un pontífice visita la isla italiana de Sicilia. Pero ahora –8 años después de la presencia de Benedicto XVI– Francisco lo hace con un mensaje contundente contra el estigma del crimen organizado que ha estigmatizado a los sicilianos durante generaciones. Las poblaciones de Piazza Armerina, en la región de Enna, y Palermo, la capital, serán las visitadas con Bergoglio en un viaje de ida y vuelta en el día. El pontífice se encontrará con algunos detenidos o estará en la casa de Don Pino Puglisi, asesinado precisamente frente el portón hace hoy un cuarto de siglo.
Tras el viaje a Bari, la ‘periferia oriental’ de Italia, ahora Francisco visita la isla de Sicilia, en el suroeste del país. Sus tierras, bañadas por el Tirreno, el Jónico y el Mediterráneo, fueron durante siglos destino curioso de los aristócratas europeos tras los escritos de Goethe.
Con un ambiente cultural muy propio o el carácter típico del sur de Italia, la economía y la sociedad siciliana han estado paralizadas durante décadas por el anquilosamiento institucional y de valores impuesto por la mafia local –que ha llegado a ser la más internacional–. Esta es la Sicilia que espera a Francisco: la luchadora, la esperanzada, la sufriente, la que ha dejado tantas víctimas a lo largo de su historia aún reciente.
Las series y películas no han dejado de mostrarnos realidades sicilianas más sórdidas. Una población de la ciudad metropolitana de Palermo, Corleone, se ha convertido en el paradigma del dominio mafioso sobre la población –de hecho, el Ayuntamiento y todos sus servicios fueron disueltos en 2016–.
Desde ‘El Padrino’ hasta la reciente serie ‘La mafia solo mata en verano’, Sicilia ha estado vinculada desde el siglo XIX a la asociación criminal de ‘Cosa nostra’. Una organización de origen familiar que llegó a extenderse de forma muy intensa en Estados Unidos. Con la excusa de la protección de fincas y propiedades se generó un sistema paralelo a las instituciones públicas que pasaron a ser auténticos mecanismos de extorsión y de crecimiento económico de los ‘capos’.
Nos es casualidad que la visita de Francisco coincida con el 25 aniversario del asesinato del sacerdote Giuseppe ‘Pino’ Puglisi por parte de la mafia siciliana. Y es que Sicilia no olvida al párroco de San Gaetano, en el barrio de Branzazzio de Palermo. En esa misma zona popular había nacido 56 años antes –su muerte coincidió con el día de su cumpleaños–.
A pesar de las dificultades vividas en su lucha contra el crimen organizado y la corrupción sistemática que ahogaba a los más pobres, la imagen del Puglisi está íntimamente relacionada con su sonrisa, es el “párroco de la sonrisa”. Aunque más allá del compromiso con los más necesitados, también destacó por su profunda vida interior. Por eso se encargó durante una buena parte de su vida de las vocaciones sacerdotales y la atención espiritual de los seminaristas.
Como repulsa, más de 100.000 fieles desafiaron a la ‘Cosa Nostra’ arropando a toda la Iglesia siciliana acudiendo al funeral en la catedral de Palermo, con los cardenales Paolo Romeo y Salvatore de Giorgi. “No tenemos que callar”, repetía a los feligreses temerosos, y ese día pudo comprobarse cómo caló su mensaje.
Sicilia, a pesar del estigma de la mafia, no deja de ser un continuo destino de migrantes. Procedentes de Eritrea o Libia, por las calles de Sicilia pueden verse menores malviviendo o mendigando. Y es que en los últimos años han aumentado en número considerable, hasta el 20% desde 2016.
Para muchos de ellos, la isla es la puerta de acceso a Europa. Aunque la actual política italiana no autoriza la llegada de barcos de salvamento, el verano pasado comenzaba con una llegada de 932 inmigrantes en una fragata al puerto de Catania y, tras la llegada del Aquarius a Valencia, llegaron otros 552 a Pozzalo.
Y es que su geografía coloca a la isla italiana en las travesías mediterráneas. No olvidemos que es el territorio italiano más cercano a la isla de Lampedusa, que es el punto geográfico más al sur de Italia. La Iglesia siciliana se ha volcado en este tiempo en la atención de los más necesitados, la mayoría de religión musulmana.
El rector del seminario de Palermo, Silvio Sgrò, decía esta semana en una entrevista a los medios vaticanos, que la visita de Francisco “es sin duda una caricia que el Papa quiere regalar a toda la Iglesia de Palermo, a la entera Iglesia y a cada miembro de la Iglesia de esta ciudad. También pienso en todos los que no son cristianos pero que seguramente reciben con gran alegría y entusiasmo la presencia del Papa Francisco, que, como sabemos, es visto con gran admiración y atención por todos”.
“Necesitamos estímulos fuertes que nos ayuden a sentirnos Iglesia, comunidad, que nos ayuden a experimentar la pertenencia y, además, desde luego, el papa Francisco nos indica la dirección tomada por el padre Pino Puglisi: la dirección de la fidelidad hasta el final. Don Pino nunca retrocedió y se mantuvo fiel en su misión hasta el fin”, según Sgrò.