Horas llevaban miles de jóvenes esperando, bajo un sol plenamente estival, a que el Papa fuese a encontrarse con ellos en la Piazza Politeama, en lo que fue el último acto de su intensa jornada en la isla de Sicilia para rendir homenaje a la memoria de Don Pino Puglisi, el primer mártir asesinado por la mafia, cuando justamente hoy, 15 de septiembre, se cumplían 25 años de aquel crimen.
Con un poco de retraso con respecto al horario previsto, Francisco llegó a su cita, y el afecto de los jóvenes se desbordó con el Papa que ha convocado, para dentro de menos de un mes, nada menos que un Sínodo para darles voz y escuchar cómo se sienten en la Iglesia y, también, qué pueden hacer ellos por la institución.
Por ello, en esta ocasión quiso responder él de viva voz a las preguntas que unos jóvenes le habían hecho llegar, y que le repitieron allí mismo. “Gracias por vuestras lindas preguntas”, les dijo, y comenzó inmediatamente a responderlas, apoyándose en unos folios que fueron continuamente ignorados para improvisar, algo muy del gusto de Jorge Mario Bergoglio.
La primera pregunta fue sobre cómo escuchar la voz del Señor. “Os diría esto: el Señor no se escucha a sí mismo en un sillón. Permanecer sentado crea interferencia con la Palabra de Dios, que es dinámica. Dios se descubre caminando, no esperando que algo suceda mágicamente en la vida. Lo vemos en esa fascinante historia de amor que es la Biblia. Leedla sin miedo!”, les dijo.
Francisco les animó a buscar para encontrar a Dios, pero les advirtió que no lo hallarán “en el teléfono, pues ahí las llamadas del Señor no llegan. Ni en la televisión, donde el Señor no tiene canal. Ni siquiera en la música ensordecedora y en el aturdimiento que aturde: allí se interrumpe la línea con el cielo. Al Señor ni siquiera debe buscársele frente al espejo, donde, estando solo, se corre el riesgo de sentirse decepcionado con lo que se es. Ni en tu pequeña habitación: búsquenlo en oración, dentro de ti”.
El Papa, en este sentido, animó a los jóvenes a “vivir la Iglesia”. “Haz un grupo, métete sin miedo en lo que es bello: una caminata, una peregrinación, reuniones de oración, un servicio hecho con los necesitados. Don Puglisi, ‘haciendo Iglesia’, enseñó a compartir, a la justicia, al Evangelio, y se llevó a los niños de los barrios más pobres”.
El Papa les invitó al seguimiento, a no contentarse con “quedarse en el banquillo, sino a salir al campo”. “¡Entra en el juego! –les exhorto Jorge Mario Bergoglio- ¿Tienes miedo de parecer tonto? Paciencia, perder la cara no es el drama de la vida. ¡El drama de la vida es no dar vida! Mejor montarse en los hermosos sueños con algún tonto que retirarse ala vida tranquila: mejor idealistas que fanáticos realistas: ¡mejor ser Don Quijote que Sancho Panza!”, una cita que fue de las más apludidas de este encuentro.
Igualmente, para “sintonizar la frecuencia del Señor”, Francisco les invitó “a proponer con valentía el servicio, y recordar que aquellos que no viven para servir, no necesitan vivir” y, recordando una frase del sacerdote martirizado por la mafia, tan querido en la sociedad siciliana – “el maestro del servicio es la necesidad”-, les aseguró que “aquellos que sirven, no pierden el tiempo, porque no hay aburrimiento en su corazón, sino que viven en los amplios horizontes del amor, de ser la cara y la voz de los necesitados”.
¿Cómo de importante es la recepción y la dignidad humana para un cristiano?, fue la segunda pregunta. Aquí, Francisco lo tenía muy fácil, justo en un lugar, el centro del Mediterráneo, que “ha sido punto de encuentro”, y a donde hasta hace bien poco llegaban a diario decenas de inmigrantes y refugiados. Esa acogida, les dijo, “no es solo una hermosa tradición cultural, es un mensaje de fe”, razón por la cual la dignidad del otro, la solidaridad y la bienvenida “no son para nosotros buenas intenciones de personas educadas, sino rasgos distintivos del cristiano. Un cristiano que no es solidario, no es cristiano. Lo que falta hoy, de lo que hay hambre, es de amor: no el amor sentimental, de la telenovela, sino el amor concreto, del Evangelio”.
El Papa, que les preguntó a los jóvenes si estaban poniendo sus talentos al servicio de los demás, les invitó a crear “redes reales, no virtuales” y a ser “constructores de futuro”, lo que significa “partir de sueños y grandes proyectos, empezando por los demás, no estar satisfechos con las necesidades del momento. Significa construir no sobre el ‘yo’ , sino sobre nosotros”.
Pero, les advirtió, para ser constructores del futuro, “también deben decir ‘no’, no al muro de ‘omertà’, un monstruo que debe ser demolido para construir un futuro habitable. No a la mentalidad de la mafia, a la ilegalidad y la lógica de la malversación, venenos corrosivos de la dignidad humana. No a toda violencia: los que usan la violencia no son humanos”.
En este un momento de gran intensidad, Francisco se dirigió a todos los jóvenes para pedirles que recordasen lo que les acaba de decir. Y también para que le prometieran algo: “que no habrá intimidación o acoso por tu parte. Si te haces un matón, no serás hombre, serás cobarde. El hombre fuerte no usa la violencia, ni con la boca, ni con las manos, ni siquiera con el pensamiento. Prometedme: ¡nunca violencia, nunca intimidación!”.
“Necesitamos hombres y mujeres reales, que denuncien la malversación y la explotación, que vivan en relaciones libres y liberadoras, que amen al más débil y que les apasione la legalidad, que hagan lo que dicen y digan no al desenfrenado gatopardismo. Necesitamos, en instituciones, hombres que sirvan, que no se sirvan , y que refuercen dos pilares esenciales de la dignidad: el hogar y el trabajo”.
En cuanto a la última pregunta -¿cómo vivir siendo joven en esta tierra?- les dijo que están llamado, como jóvenes, “a ser amaneceres de esperanza . Y la esperanza se levantará en Palermo, en Sicilia, en Italia, en la Iglesia”, diciendo “¡no al fatalismo y sí a la esperanza cristiana. No a la resignación. Un joven no puede ser un resignado. No vamos a cerrar la boca por aquellos que quieren callarnos. Hay una misión que cumplir: ser amaneceres de la esperanza”.
Francisco instó a los jóvenes a trabajar por un futuro donde puedan ser libres y a luchar por ello. “Para hacer esto, aliméntese con lo que inspira esperanza: el Evangelio, el compromiso con los demás y también la cultura. Vuestras tierras abundan en cultura, tu ciudad este año es su capital. Y es importante leer mucho, no estar satisfecho con los lemas que te lanzan la televisión y las redes sociales : hablan en el estómago, no en el cerebro y en el corazón”.
Finalmente, y en una alocución atravesada por improvisaciones, que le llevaron incluso a perder el hilo de la lectura de los folios, y con el tono de un abuelo que exige amorosamente a sus nietos, les mostró su alegría por verles “en la Iglesia como portadores alegres de la esperanza, de la esperanza de la Pascua que vence al pecado y la muerte”.
“Soñamos y vivimos juntos una Iglesia de esperanza , que no erige barreras al mantenerse fuera de aquellos que no son nuestros; una Iglesia animada por el amor, que construye relaciones para el bien de todos; una Iglesia que atesora solo al Señor que la libera; una Iglesia donde crecen cristianos y ciudadanos ejemplares, que no aceptan el mal, sino que lo desenmascaran y lo denuncian”, les dijo, siempre acompañando de un interpelantes “habéis entendido?”.
Tras este encuentro, donde se vio a un Francisco muy fresco, a pesar de las casi doce horas que llevaba en pie (aunque tuvo que sentarse para responder a las preguntas), se encaminó al aeropuerto de Palermo para regresar al Vaticano. Atrás quedaban muchas horas para recordar a un mártir y alentar a una Iglesia que recibió como una bendición la visita del Papa.