Una eucaristía en memoria del beato Pino Puglisi, el primer mártir de la mafia cuando se conmemora, justamente hoy, 15 de septiembre, los 25 años de su asesinato a las puertas de su casa, ha sido el acto central de esta vista pastoral a Sicilia (ocho años después de la de Benedicto XVI), celebrada en el Foro Itálico, en Palermo, la capital de la isla, pero también de las bandas mafiosas que siguen controlando en la oscuridad los destinos de sus gentes, y contra la que ya ha clamado Francisco en otras ocasiones. También en esta misa, donde gritó que “quien vive como un mafioso no puede vivir como un cristiano”.
Glosando la lectura del evangelio de Juan -“El que ama su vida la pierde” -, el Papa comenzó una medida reflexión señalando que esa es la primera derrota, pero no porque se tenga que odiar la vida -“la vida debe ser amada y defendida, ¡es el primer regalo de Dios!”-, sino que “lo que lleva a la derrota es amar la propia vida. Los que viven por su cuenta, pierden”.
En ese sentido, Francisco advirtió de los riesgos que afrontan “aquellos que viven para sí mismos, aquellos que multiplican su facturación, aquellos que tienen éxito, aquellos que satisfacen plenamente sus necesidades parecen estar ganando a los ojos del mundo”, algo con lo que “la publicidad nos está golpeando, pero Jesús no está de acuerdo y rechaza esta idea. Según él, quien vive para sí mismo no solo pierde algo, sino toda la vida; mientras que los que se dan a sí mismos encuentran el sentido de la vida y ganan”.
La elección a la que nos hemos de enfrentar, pues, según Bergoglio es “amor o egoísmo”. Quien elige lo segundo, “el que está apegado a cosas, dinero, poder, placer”, ha de saber que entonces que, ahí, “el diablo tiene puertas abiertas”, con lo que “siempre termina mal: al final te quedas solo, con el vacío adentro”.
“El dinero y el poder no liberan al hombre, lo hacen un esclavo”, frente al camino a que nos invita Dios, que es “el del amor humilde: solo el amor libera en el interior, da paz y alegría. Esta es la razón por la cual el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Y la voz más fuerte no es la de aquellos que gritan más, sino la oración. Y el mayor éxito no es la propia fama, sino el propio testimonio”.
Ante esto, el Papa apuntó que hay que elegir uno de esos dos caminos: “Vivir por nosotros mismos o dar vida. Y ahí vino la primera alusión al mártir siciliano, de quien recordó que Don Pino mostró con su ejemplo que “solo dando vida es malvado vencido”. “Él no vivió para ser visto, no vivió en apelaciones contra la mafia, ni se contentó con hacer nada malo, pero sembró bien, muy bien. Parecía un perdedor lógico, mientras que la lógica de la cartera parecía ganar. Pero el padre Pino tenía razón: la lógica del dios-dinero es un perdedor”.
Siguiendo con esta catequesis en una tierra muy golpeada por la crisis económica, el desempleo y la tentación del dinero fácil con el que la mafia lanza su gancho a los más jóvenes, Bergoglio advirtió que “cuanto más tienes, más quieres: es una mala adicción. Aquellos que se hinchan con las cosas, estallan. Por otro lado, aquellos que aman se encuentran y descubren cuán hermoso es ayudar y servir; encuentra alegría adentro y una sonrisa afuera, como lo fue para Don Pino”.
“Veinticinco años atrás, como hoy, cuando murió en su cumpleaños, coronó su victoria con una sonrisa, con esa sonrisa que no dejó dormir a su asesino en la noche, quien dijo: ‘Había una especie de luz en esa sonrisa’. El padre Pino estaba indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no una mirada cegadora, sino una luz apacible que penetra y despeja el corazón. Es la luz del amor, del regalo, del servicio. Necesitamos muchos sacerdotes sonrientes, cristianos sonrientes , no porque tomen las cosas a la ligera, sino porque son ricos solo en la alegría de Dios”.
Bergoglio, que preguntó al gentío que llenaba el Foro Itálico, si querían “arriesgarse por el Señor”, recordó que Don Pino “sabía que estaba en peligro, pero sabía, ante todo, que el peligro real en la vida no es arriesgarse, es vivir entre comodidad y atajos”. Por ello el Papa pidió al Señor “que nos libere de vivir a la baja, contentándonos con medias verdades”. “Dios –añadió el Pontífice- nos libera de una vida pequeña” y “de creer que somos buenos solo porque no hacemos nada malo”.
Ese aldabonazo contra tantas conciencias dormidas marcaba el inicio de la carga de profundidad que Francisco tenía reservada para la mafia, donde hay tantos devotos. Por eso, les recordó que “el amor de Dios repudia toda violencia y ama a todos los hombres. Por lo tanto, la palabra odio debe ser borrada de la vida cristiana; por lo tanto, uno no puede creer en Dios y abrumar a su hermano. No puedes creer en Dios y ser un mafioso. Quien es un mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con su vida el nombre de Dios-amor”.
“Hoy necesitamos hombres de amor, no hombres de honor –continuó con el semblante muy serio el Papa- ; de servicio, no de abrumar; de caminar juntos, no de perseguir el poder. Si la letanía de la mafia es: ‘No sabes quién soy’, la cristiana es: ‘Te necesito’. Si la amenaza de la mafia es: ‘Me la pagarás’, la oración cristiana es: ‘Señor, ayúdame a amar’. Entonces, a los mafiosos les digo: ¡cambien! ¡Deja de pensar en ti y en tu dinero, conviértete en el verdadero Dios de Jesucristo! De lo contrario, tu vida se perderá y será la peor de las pérdidas”.
Por eso, al igual que la invitación que se hacía al final de pasaje evangélico a seguir el camino de Dios, Bergoglio invitó a toda la sociedad siciliana a “caminar”, recordando una palabras de Don Pino: ‘Si todos hacen algo, se puede hacer mucho’.
“¿Cuántos de nosotros ponemos en práctica estas palabras?”, se preguntó Francisco. “Hoy, ante él, nos preguntamos: ‘¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer por los demás, por la Iglesia?’ No esperes a que la Iglesia haga algo por ti, comienza tú. No esperes a la compañía, empieza! No pienses en ti mismo, no huyas de tu responsabilidad, ¡elige el amor! Siente la vida de tu gente necesitada, escucha a tu gente. Este es el único populismo posible, el único ‘populismo cristiano’: escuchar y servir a la gente, sin gritar, acusar y provocar disputas”.
“Lo mismo hizo el padre Pino, pobre entre los pobres de su tierra”, recordó finalmente el Papa. “En su habitación, la silla donde estudiaba estaba rota. Pero la silla no era el centro de la vida, porque no estaba sentado a descansar, sino que vivía en el camino hacia el amor. Aquí está la mentalidad ganadora. Aquí está la victoria de la fe, nacida del regalo diario del yo. Aquí está la victoria de la fe, que trae la sonrisa de Dios en los caminos del mundo”, les recordó Francisco.
El Papa finalizó su homilía glosando las palabras del evangelio escritas en la tumba de Don Pino, enterrado en la catedral de Palermo, y que fue beatificado por él el 25 de mayo de 2013, dos meses después de ser elegido sucesor de Pedro: “Nadie tiene mayor amor que este: dar su vida por sus amigos”. “Estas palabras de Jesús –añadió el Papa-, recuerdan a todos que dar la vida era el secreto de su victoria, el secreto de una vida hermosa. Hoy también elegimos una vida hermosa”.
La ceremonia concluyó con un saludo del arzobispo de Palermo, Corrado Lorefice, quien, dirigiéndose al Papa, le pidió que, “con Don Pino y usted, ayúdennos a transformar esta tierra en un reino de justicia y a promover una cultura de la convivencia“. Finaliza la ceremonia, Francisco se dirigió a la Misión de la Esperanza y la Caridad, donde comió con una representación de presos e inmigrantes . Ya por la tarde, el Papa se encuentra con los sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral de Palermo para, a las cinco de la tarde, encontrarse con los jóvenes en la Piazza Politeama. Su regreso al Vaticano está previsto para las 18:30 horas.