Pasaban las doce de la mañana del sábado 8 de septiembre. La princesa de Asturias protagoniza su primer acto oficial fuera de Zarzuela. No hay elección baladí. La Casa Real escoge una celebración religiosa para la puesta de largo de Leonor: la clausura del Año Jubilar de la Santina, que conmemora la coronación canónica de las imágenes de la Virgen de Covadonga y del Niño Jesús que lleva en sus brazos, justo en el día en que se conmemoraban los 1.300 años del Reino de Asturias.
Acompañada de sus padres y de su hermana, la adolescente de 12 años se adentraba en la cueva donde se encuentra la patrona, a la que rezaron durante unos minutos. Tras esta visita, la Familia Real participó en la misa celebrada en la basílica. Esta jornada ponía de manifiesto el interés de la Corona por mantener una relación más que cordial con sus raíces y con la Iglesia, más allá de que la reina Letizia obviara santiguarse a su llegada a la basílica y optara por una leve inclinación.
Vinculación natural
“Es lógico que el primer destino de Leonor haya sido Asturias por el título que ostenta, y Covadonga concretamente, por el importante componente que tiene para España por lo que significa desde su vinculación al cristianismo y a la histórica resistencia de Don Pelayo”, reflexiona Amadeo Martín-Rey, historiador experto en Casas Reales. “No es un mero gesto de respeto a la tradición, sino que corresponde a la condición católica del jefe del Estado, pero también de sus hijas, que han sido bautizadas y han hecho la primera comunión, si bien asisten a un colegio laico”, recuerda la veterana cronista de la Familia Real, Carmen Enríquez, que no ve en este acto contradicción alguna con la aconfesionalidad establecida por la Constitución.
En apenas 48 horas con respecto al estreno de Leonor, otros dos gestos certificaban una vinculación natural y cotidiana. La Fundación Pablo VI presentaba en Madrid, en la mañana del lunes 10, el Congreso ‘La Iglesia en la Sociedad Democrática’, que busca ahondar en el papel de los católicos en la Transición. Y aunque todavía no puede darse la confirmación especial, ya está cursada la invitación con visto bueno favorable para que sea Felipe VI quien presida la ceremonia inaugural. Y por la tarde de ese mismo día, el Rey asistía al funeral del que fuera su secretario y preceptor, el general José Antonio Alcina, una eucaristía que el propio monarca habría solicitado y preparado en primera persona.
No hay postureo real desde la Jefatura del Estado. También lo percibieron cuantos estaban presentes en la Asamblea Plenaria de los obispos españoles hace un par de otoños. Amén de las palabras de reconocimiento a la contribución de la Iglesia a construir una España en las bodas de oro de la Conferencia Episcopal, no fueron pocos los que se quedaron con la coletilla final que lanzó el monarca sobre el adviento, para darse cuenta de que ahí había algo más que un credo protocolario.