Los sismos de septiembre del 2017 se seguirán sintiendo “mientras no se levante el último escombro, mientras siga una sola familia viviendo en un campamento o mientras continúe habiendo hambre o escasez de agua”, señala
“¡No bajemos el puño que levantamos alto, muy alto, hace un año!”. Con esta frase la Arquidiócesis de México hizo un llamado a la sociedad civil a continuar con la ayuda a tantas comunidades que aún siguen afectadas tras los sismos de septiembre del 2017, que azotaron varios estados del centro y sur del país.
A través de su artículo editorial semanal, la arquidiócesis capitalina, que gobierna pastoralmente el cardenal Carlos Aguiar Retes, recordó que hace un año, tras la conmoción por ver a personas vivas y muertas cubiertas de escombros, así como familias en el desamparo y la desolación, muchas instancias de gobierno y organizaciones de la sociedad civil elevaron su promesa de no detener la ayuda a los damnificados de los sismos del 7 y 19 de septiembre “hasta ver reconstruido el último rincón de los territorios afectados”.
Sin embargo –señala la Arquidiócesis– la realidad actualmente es otra. Aunque se ha hecho una gran labor de reconstrucción en las entidades golpeadas por ambos movimientos telúricos (7 y 19 de septiembre), muchas de las comunidades periféricas y con mayores necesidades, tanto de Puebla y Oaxaca, como de Morelos, Chiapas, Tabasco y la Ciudad de México, “muestran un escenario que sigue siendo una fotografía de aquellos días”.
Y es que en estas entidades aún se observan viviendas derrumbadas, construcciones inhabitables aún sin demoler, escuelas afectadas y sistemas de drenajes inservibles, entre otras desgracias; “tal parece que en esas zonas el terremoto se hubiera registrado ayer y continuara la fase de emergencia”, insiste.
La Arquidiócesis de México asegura que a un año de aquellos días trágicos, el primer impulso de ayuda ha ido palideciendo de manera paulatina, pero no las necesidades de muchos mexicanos que, con seguridad, deben estar sintiendo ahora el peso del abandono.
“Los sismos de septiembre se seguirán sintiendo mientras no se levante el último escombro, mientras siga una sola familia viviendo en un campamento improvisado, mientras haya un grupo de niños tomando clases bajo árboles o carpas, y mientras continúe habiendo hambre o escasez de agua en la comunidad más alejada”, señala.
También recuerda que ante el dolor de un septiembre adverso, los ojos del mundo vieron en México un ejemplo de solidaridad fraterna, de sensibilidad, de amor, de fortaleza y firmeza frente a la desgracia. “Una intensa movilización de jóvenes, amas de casa, profesionistas, empleados, personas sin hogar, cuerpos de rescate y de emergencia, dio muestra del orgullo nacional. ¡No bajemos el puño que levantamos alto, muy alto, hace un año!”, exhorta la Iglesia del cardenal Aguiar.
Los sismos de septiembre del año pasado dejaron casi 500 víctimas mortales en México y provocaron daños en 1,850 inmuebles históricos administrados por la Iglesia, de los cuales, poco más de cien se encuentran en la capital del país. De acuerdo con la Arquidiócesis de México, la reconstrucción de estos inmuebles tardará por lo menos tres años más.