“Doy testimonio de que la inmensa mayoría de los sacerdotes viven fielmente su celibato y no abusan de menores”, asegura el obispo Arizmendi
Ante las voces que afirman que los casos de pederastia clerical están relacionados con celibato que los sacerdotes y obispos han decidido asumir, dando a entender que ser célibes les hace inclinarse a abusar de menores, el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi aseguró que no hay nada más lejos a la verdad.
En su artículo semanal publicado por la Conferencia del Episcopado Mexicano, el obispo explicó que “la pederastia sucede mucho más en la familia, por parte de papás hacia sus hijos e hijas, y también son muchísimos más los profesores (casi todos casados) que caen en estos crímenes abominables. Hay también algunos casos de pastores protestantes casados que fallan en esto, y no por ser casados están exentos de estos errores graves“.
“Lo que pasa –explicó– es que ellos casi no son noticia, y los medios de comunicación no los resaltan. Mucha gente ni se entera y se queda con la impresión de que esto sucede sólo en nuestra Iglesia, que es la que más está luchando por desterrar estas conductas criminales”.
Tras señalar lo anterior, Arizmendi aseveró: “Doy testimonio de que la inmensa mayoría de los sacerdotes viven fielmente su celibato y no abusan de menores. El hecho de que algunos hayan cometido estas aberraciones, no autoriza a generalizar culpando a todos y al mismo celibato”.
“Yo soy muy feliz –dijo– de ser y permanecer célibe, por una opción libre y personal, consciente y sostenida. Nadie me obligó a renunciar al matrimonio; lo hice porque he querido mantenerme libre para servir, donde me llamen y requieran mis servicios pastorales. No es por desprecio al matrimonio ni a la mujer, sino por una opción de totalidad por Cristo y por el pueblo”.
Felipe Arizmendi, quien acaba de cumplir 55 años como sacerdote, dejó en claro que el celibato no inclina a abusar de menores, sino que da plenitud a la opción de ser servidor de Dios y de la comunidad. “Muchos no entienden esta consagración, como ya el mismo Jesús lo había advertido. Se imaginan que no se puede vivir sin prácticas genitales, hetero u homosexuales. El hecho de que ellos no lo vivan, no significa que no sea posible. Es posible y hermoso ser célibe, por amor al Reino de Dios, es decir, a Jesucristo y a la vida plena del pueblo, sobre todo de los pobres y de los que sufren”.
Recordó que san Juan Pablo II, en su exhortación postsinodal “Pastores dabo vobis”, dijo al respecto: “Esta perfecta continencia por el reino de los cielos siempre ha sido tenida en la más alta estima por la Iglesia, como señal y estímulo de la caridad y como un manantial extraordinario de espiritual fecundidad en el mundo (…) Para una adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote”
Finalmente, llamó a expresar cariño, gratitud y confianza hacia los sacerdotes que se mantienen fieles a su carisma celibatario. “Son padres y hermanos que han consagrado toda su existencia al servicio de Dios y del pueblo. No desconfiemos sistemáticamente de todos, aunque tampoco hay que ser ingenuos. Si en alguno de ellos se advierten tendencias negativas, hay que ayudarle a superarlas; y si no se corrige, hay que denunciarlo ante las respectivas autoridades, no sin mediar antes la corrección fraterna que Jesús siempre ordena”.