“Aunque no todos los padres son buenos ni todas las infancias son serenas, todos los hijos pueden ser felices, porque alcanzar una vida plena y feliz depende del justo reconocimiento hacia quien nos trajo al mundo”. En su catequesis durante la audiencia general que ha presidido este miércoles 19 de septiembre en la plaza de San Pedro del Vaticano ante miles de fieles, el papa Francisco ha vuelto a hablar de los mandamientos, centrándose en esta ocasión en el cuarto, que dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días y seas feliz en el país que Dios te da”.
Improvisando sobre el texto que tenía preparado, pidió “no insultar nunca al padre o a la madre” e invitó a los hijos a hacer las paces con sus progenitores. “Hagan un esfuerzo y regresen porque son viejos y sea lo que sea que ha pasado, ellos te han dado la vida”.
Para el Pontífice, resulta significativo que la sabiduría milenaria de los mandamientos asociara la felicidad de la persona a la relación con sus padres mucho antes de que lo hicieran “las ciencias humanas”. Se pone así de manifiesto cómo la infancia marca toda la vida del individuo. “Puede ser fácil, a menudo, ver si uno ha crecido en un ambiente sano y equilibrado”, aseguró Jorge Mario Bergoglio.
Pero lo mismo ocurre cuando una persona “viene de una experiencia de abandono o de violencia”, reconoció el Papa, para destacar que la infancia deja una marca con “tinta indeleble” en la persona que se refleja en sus “gustos” y “modo de ser”, incluso en aquellos que tratan de esconder las “heridas” de sus orígenes.
El cuarto mandamiento pide honrar a los padres más allá de si estos han sido o no buenos. “No exige que sean perfectos. Habla de un acto de los hijos, independientemente de los méritos de los padres y dice una cosa extraordinaria y liberadora”, dijo Francisco. Ese mensaje al que hacía referencia es la posibilidad de conseguir la felicidad cuando se reconoce a los progenitores.
El cuarto mandamiento abre así una ventana de esperanza a los jóvenes que han pasado por una infancia dura. El Pontífice puso el ejemplo de los “muchos santos” que tras una niñez “dolorosa” han vivido una “vida luminosa”. Citó, en particular, a Camillo de Lellis, a Giuseppina Bakhita y a Juan Pablo II, cuya madre falleció cuando era niño.
La perspectiva con la que la persona afronta estos sufrimiento cambia, según Francisco, cuando la persona toma conciencia de la acción de Dios en su propia existencia. “Los enigmas y los porqués de nuestra vida se iluminan descubriendo la presencia del Señor a nuestro lado. En Él, honramos a nuestros padres con la libertad de hijos adultos y los acogemos con misericordia y amor”, destacó.
En sus saludos a los peregrinos de lengua española, el Papa mencionó en particular al grupo de la Pastoral de la Carretera de la Conferencia Episcopal Española que se encuentra estos días en Roma con motivo de su 50 aniversario.