La relevancia que la Santa Sede da al histórico acuerdo firmado con China es tal que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin ha hecho público un videocomunicado en el que reconoce que “por primera vez, hoy, todos los Obispos en China están en comunión con el Santo Padre, con el Papa, con el Sucesor de Pedro”.
A través de esta valoración, el ‘primer ministro’ vaticano reconoce que la firma supone un “acontecimiento de especial importancia para la vida de la Iglesia católica en China, para el diálogo entre la Santa Sede y las Autoridades civiles de aquel País, y también para la consolidación de la paz, del entendimiento entre los pueblos, en estos momentos de grandes, fuertes tensiones internacionales”.
Y es que el acuerdo trae consigo medidas inmediatas tales como el reconocimiento de los últimos ocho obispos chinos ordenados sin el mandato pontificio ocho obispos nombrados por el Gobierno chino, a la vez que el Ejecutivo del gigante asiático admite por primera vez la creación de una diócesis católica en más de setenta años.
En esta línea, Parolin subraya que el objetivo no es político sino “pastoral”, explicando que se trata de “ayudar a las iglesias locales para que gocen de condiciones de mayor libertad, de mayor autonomía, de una posiblidad de una mejor organización, y así se dediquen al anuncio del Evangelio y a contribuir al desarrollo integral de la sociedad y de la persona”.
Consciente de que el acuerdo puede despertar suspicacias, en tanto que exige un diálogo permanente con el Ejecutivo chino y la Iglesia no cuenta con la independencia para elegir a los prelados como sucede en otros países del mundo, el secretario de Estado señala que en estos momentos “se necesita unidad, se necesita confianza, se necesita un nuevo empuje, como también se necesita tener buenos obispos que sean reconocidos por el Papa, por el Sucesor de Pedro, y por las legítimas Autoridades civiles de su país”.
De ahí también que en su comunicado, Parolín haga un llamamiento a la comunidad católica china, actualmente dividida en la oficialista fiel al régimen y la perseguida fiel a Roma, para que “pongan gestos concretos de reconciliación entre hermanos, superando las incomprensiones del pasado y las tensiones, sobre todo las tensiones y las incomprensiones más recientes”.
Solo desde esa comunión, el “premier vaticano” se muestra convencido de que la Iglesia podrá “contribuir a la construcción de una sociedad justa y armoniosa” en China, además de “construir un porvenir de paz y de concordia entre todos los pueblos”.