La catedral católica de Santiago de Riga que el papa Francisco ha visitado este lunes, 24 de septiembre, durante su viaje a Letonia testimonia la atribulada historia de los cristianos en esta república báltica. Fue construida en el siglo XIII y, tras la Reforma, pasó a manos de los luteranos. Luego la recuperaron los jesuitas, volvió a estar controlada por los protestantes e incluso las tropas napoleónicas hicieron de ella un almacén cuando ocuparon el país en su fallido intento de invadir Rusia. Solo se convirtió de nuevo en un templo católico en 1923 tras ser aprobada la restitución en un referéndum popular.
Introdujo el acto de hoy en la catedral el arzobispo de Riga, Zbigņevs Stankevičs, quien le dijo al Papa que habían querido llenar el edificio de ancianos para mostrar su testimonio de fe y resistencia tanto durante la Segunda Guerra Mundial como en el “difícil” período soviético, en el que la “ideología atea” impuso “amenazas” y “restricciones” a los creyentes. Entre los presentes había muchos que sufrieron la represión política y el exilio, pero hoy a malas penas pueden sobrevivir con sus míseras pensiones, aseguró Stankevičs. Pese a ello ofrecen su servicio en las parroquias “y allí donde se les necesita”.
Francisco recordó en su alocución las palabras del arzobispo de Riga al destacar las “pruebas” a las que fueron sometidos los presentes: “el horror de la guerra y después la represión política, la persecución y el exilio”. Aplaudió que ni los nazis ni los comunistas lograran “apagar la fe de vuestros corazones” y agradeció que hubieran puesto en riesgo la vida para desarrollar “servicios eclesiales”.
Pese a la contribución que estas personas han dado a la independencia y la libertad de Letonia, a las que ofrecieron “cuerpo y alma”, hoy se ven “muchas veces relegadas”, lamentó el Papa. “Aunque suene paradójico, hoy, en nombre de la libertad, los hombres libres someten a los ancianos a la soledad, al ostracismo, a la falta de recursos, a la exclusión, y hasta a la miseria”, dijo, denunciando a continuación que el “supuesto tren de la libertad” ha puesto en el “furgón de cola” a quienes “lucharon por conquistar derechos”. Se han visto convertidos en “espectadores de una fiesta que es de otros”.
Frente a esta difícil realidad, el Pontífice propuso dos actitudes “llenas de paciencia: soportar y esperar”. También les invitó a ser “testimonio vivo de tesón en la adversidad” para recordar a las nuevas generaciones que la importancia del “cuidado y la protección” de los que nos antecedieron.
“No os olvidéis de que sois raíces de un pueblo, raíces de retoños jóvenes que deben florecer y dar frutos, defended esas raíces, mantenedlas vivas para que los niños y jóvenes se injerten allí”, propuso el Papa a los ancianos letones poco antes de despedirse de ellos para dirigirse a la Casa de la Santa Familia de Riga, donde almorzó con los obispos del país.