Europa

La pregunta de Francisco en Letonia: “¿Somos cristianos residentes o turistas?”





“Que no deje de sonar la música del Evangelio”. Este es el deseo que el papa Francisco ha transmitido durante sus palabras en el marco de la oración ecuménica celebrada en la Catedral Luterana de Santa María, en Riga, Letonia. Es la segunda parada en su viaje apostólico a los países bálticos ceremonia. En la capital letona ha tenido lugar la ofrenda floral ante el Monumento a la Libertad pasadas las nueve de la mañana. Junto al presidente de la república, Raimonds Véjonis, Bergoglio se ha detenido ante el monumento en silencio, para luego dirigirse en el papamóvil a la catedral.

Miles de personas aguardaban en el templo la llegada del Pontífice. Para recibirle, el arzobispo luterano de Riga, Janis Vanags, junto a 10 líderes de las diferentes iglesias cristianas presentes en el país. Después del discurso del prelado, el Santo Padre ha comenzado su alocución insistiendo en la alegría por el encuentro “en esta tierra que se caracteriza por realizar un camino de reconocimiento, colaboración y amistad entre las diversas iglesias cristianas, que han logrado generar unidad manteniendo la riqueza y la singularidad que les es propia. Me animaría a decir que es ‘un ecumenismo vivo’. Sin ninguna duda, una razón para la esperanza y la acción de gracias”.

El Papa ha continuado pidiendo que “dejemos que el Espíritu Santo nos revista con las armas del diálogo, del entendimiento, de la búsqueda del reconocimiento mutuo y de la fraternidad (cf. Ef 6,13-18)”. Y se ha adentrado en materia con unas palabras que han girado en torno al órgano de la catedral, uno de los más antiguos de Europa. Tomándolo como referencia, ha recordado la importancia de la música del Evangelio.

El órgano, el símbolo

“El órgano es hoy un emblema de esta ciudad y de esta catedral. Para el residente en este lugar significa más que un órgano monumental, es parte de su vida, de su tradición, de su identidad. En cambio, para un turista, es lógicamente una pieza más de arte a conocer y fotografiar”, ha indicado. Y “ese es uno de los peligros que siempre se corre: pasar de residentes a turistas. Hacer de aquello que nos identifica una pieza del pasado, una atracción turística y de museo que recuerda las gestas de antaño, de alto valor histórico, pero que ha dejado de movilizar el corazón de aquellos que lo escuchan”, ha recalcado.

Francisco ha señalado que “con la fe nos puede pasar exactamente lo mismo. Podemos dejar de sentirnos cristianos residentes para volvernos turistas. Es más, podríamos afirmar que toda nuestra tradición cristiana puede correr la misma suerte: quedar reducida a una pieza del pasado que, encerrada en las paredes de nuestros templos, deja de entonar una melodía capaz de movilizar e inspirar la vida y el corazón de aquellos que la escuchan. Sin embargo, como afirma el Evangelio que hemos escuchado, nuestra fe no es para ocultarla sino para darla a conocer y hacerla resonar en diferentes ámbitos de la sociedad, para que todos puedan contemplar su belleza y ser iluminados con su luz (cf. Lc 11,33)”.

¿Y qué pasa si la música del Evangelio deja de sonar en nuestra vida? “Que se convierte en una bella partitura del pasado, dejará de romper las monotonías asfixiantes que impiden movilizar la esperanza, volviendo así estériles todos nuestros esfuerzos”, ha puntualizado. ¿Y si deja de vibrar en nuestras entrañas? “Que habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados”, ha añadido. ¿Y si deja de sonar en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía? “Que habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer, sea cual sea su procedencia, encerrándonos en ‘lo mío’, olvidándonos de ‘lo nuestro’: la casa común que nos atañe a todos”, ha aseverado.

‘No’ a la soledad y el aislamiento

Y es que “si la música del Evangelio deja de sonar, habremos perdido los sonidos que conducirán nuestras vidas al cielo, encerrándonos en uno de los peores males de hoy en día: la soledad y el aislamiento. Esa enfermedad que nace en quien no tiene vínculos, y que puede verse en los ancianos abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro (cf. Discurso al Parlamento Europeo, 25 noviembre 2014)”, ha subrayado el Papa.

Bergoglio ha invitado a todos a ser optimistas. “No podemos dejar de reconocer que ciertamente no son tiempos fáciles, especialmente para muchos hermanos nuestros que hoy viven en su carne el destierro e inclusive el martirio a causa de la fe. Pero su testimonio nos lleva a descubrir que el Señor nos sigue llamando e invitando a vivir el evangelio con alegría, gratitud y radicalidad. Si Cristo nos consideró dignos de vivir en estos tiempos, en esta hora —la única que tenemos—, no podemos dejarnos vencer por el miedo ni dejarla pasar sin asumirla con la alegría de la fidelidad”, porque “el Señor nos dará la fuerza para hacer de cada tiempo, de cada momento, de cada situación una oportunidad de comunión y reconciliación con el Padre y con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que hoy son considerados inferiores o material de descarte. Si Cristo nos consideró dignos de hacer sonar la melodía del evangelio, ¿dejaremos de hacerlo?”.

Y ha concluido: “Queridos hermanos: que siga sonando entre nosotros la música del evangelio, que no deje de sonar lo que permite que nuestro corazón siga soñando y mirando la vida plena a la que el Señor nos llama a todos: a ser sus discípulos misioneros en medio del mundo que nos toca vivir”. Tras finalizar el encuentro, Francisco se trasladó hasta la Catedral de Santiago, donde tiene previsto lanzar un saludo a los presentes.

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