Encuentro ecuménico. Y ‘millennial’. El papa Francisco también ha aprovechado su viaje apostólico a los países bálticos para estar cerca de los jóvenes. En esta ocasión los ha citado en la Iglesia Luterana Kaarle (Tallin). Tras los testimonios de un luterano, un ortodoxo y un católico, el Santo Padre coge el micro para dirigirse a la juventud de las diferentes iglesias cristianas presentes en el país, ante la mirada de 10 líderes religiosos, entre ellos, el arzobispo Luterano, Urmas Viilma; el presidente del Consejo de Iglesias de Estonia, Andrés Põder; y el administrador apostólico en Estonia, Philippe Jourdan.
Jorge Mario Bergoglio ha comenzado su alocución con alegría, porque “siempre es bueno reunirnos, compartir testimonios de vida, expresar lo que pensamos y queremos; y es muy lindo estar juntos los que creemos en Jesucristo. Estos encuentros hacen realidad aquel sueño de Jesús en la última cena: ‘Que todos sean uno, […] para que el mundo crea’ (Jn 17,21)”. Y es que “si nos esforzamos por vernos como peregrinos que hacen el camino juntos, aprenderemos a confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, mirando solamente lo que en realidad buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Y como la paz es artesanal, confiarse al otro es también algo artesanal, y es fuente de felicidad: ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz’ (Mt 5,9)”, ha añadido.
Sin más ambages, el Papa ha ido directo a los jóvenes, a interpelarles desde el conocimiento de su realidad: “A vosotros os sucede a menudo que los adultos que tenéis cerca no saben lo que quieren o esperan de vosotros; o a veces, cuando os ven muy alegres, desconfían; y si os ven angustiados, relativizan lo que os pasa”. “En la consulta previa al Sínodo –ha continuado–, que celebraremos dentro de poco y en el que reflexionaremos sobre los jóvenes, muchos de vosotros pedís que alguien os acompañe y os comprenda sin juzgar y que sepa escucharos, como también que responda a vuestros interrogantes (cf. Sínodo dedicado a los Jóvenes, Instrumentum laboris, 132). Nuestras iglesias cristianas —y me animo a decir que todo proceso religioso estructurado institucionalmente— a veces arrastra estilos donde nos ha sido más fácil hablar, aconsejar y proponer desde nuestra experiencia, que escuchar, dejarnos interpelar e iluminar desde lo que vosotros vivís”.
En el mismo sentido, ha apuntado: “Sabemos que vosotros queréis y ‘esperáis ser acompañados no por un juez inflexible o por un padre temeroso y sobreprotector que crea dependencia, sino por alguien que no tiene miedo de su propia debilidad y sabe hacer resplandecer el tesoro que, como recipiente de barro, protege dentro de sí (cf. 2 Co 4)’ (ibíd., 142). Hoy aquí deseo deciros que queremos llorar con vosotros si estáis llorando, acompañar con nuestras palmas y nuestra risa vuestras alegrías, ayudaros a vivir el seguimiento del Señor”.
El Papa ha remarcado que “cuando los adultos nos cerramos a una realidad que ya es un hecho, vosotros nos decís con franqueza: ‘¿Es que no lo veis?’. Y algunos más valientes os animáis a más: ‘¿No percibís que ya nadie os escucha, ni os cree?’. En verdad nos falta convertirnos, descubrir que para estar a vuestro lado debemos revertir tantas situaciones que son, en definitiva, las que os alejan”.
Francisco también ha mostrado su admiración, porque vosotros, a pesar de nuestras faltas de testimonio, seguís descubriendo a Jesús en el seno de nuestras comunidades. Porque sabemos que donde está Jesús siempre hay renovación, siempre hay oportunidad para la conversión, para dejar atrás todo lo que nos aparta de él y de nuestros hermanos. Donde está Jesús la vida siempre tiene sabor a Espíritu Santo”.
Asimismo, el Papa ha mostrado su convencimiento de que “más allá de nuestros límites, de nuestras divisiones, Jesús sigue siendo la razón de ser para estar aquí. Sabemos que no hay alivio más grande que dejar que Jesús lleve nuestros agobios. También sabemos que hay muchos que todavía no lo conocen y viven en la tristeza y el desconcierto”. Y ha añadido: “Pareciera que el amor ha muerto, pero nosotros sabemos que no, y tenemos una palabra que decir, algo que anunciar, con pocos discursos y muchos gestos. Porque vosotros sois la generación de la imagen y de la acción sobre la especulación, la teoría”.
“Y así le gusta a Jesús –ha puntualizado–; porque él pasó haciendo el bien, y al morir privilegió el gesto contundente de la cruz sobre las palabras. A nosotros nos une la fe en Jesús, y es él el que está esperando que lo llevemos a todos los jóvenes que han perdido el sentido de sus vidas. Aceptemos juntos esa novedad que trae Dios a nuestra vida; esa novedad que nos empuja a partir una y otra vez, para ir allí donde está la humanidad más herida. Allí donde los hombres, más allá de la apariencia de superficialidad y conformismo, siguen buscando una respuesta a la pregunta por el sentido de sus vidas. Pero nunca iremos solos: Dios viene con nosotros; él no tiene miedo a las periferias, es más, él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8; Jn 1,14)”.
Antes de concluir el encuentro, el Papa ha afirmado de nuevo que “el amor no está muerto, nos llama y nos envía”. Por eso, “pidamos el valor apostólico de llevar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. Dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado, así la Iglesia será capaz de seguir adelante acogiendo en ella las sorpresas del Señor (cf. ibíd., 139), recuperando su juventud, la alegría y la belleza de la esposa que va al encuentro del Señor”.