A menos de seis meses de su nombramiento como cardenal, Pedro Ricardo Barreto, arzobispo de Huancayo (Perú), apuesta por el trabajo del conjunto de actores sociales para salvar el planeta. Así, entre las múltiples responsabilidades que hacen parte de su ministerio, ser vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) lo ha llevado a animar la ruta del Sínodo para la Región Panamazónica que tendrá lugar en octubre de 2019.
Barreto ha comentado a Vida Nueva que este Sínodo busca convertirse en una oferta de cuidado de la vida y de las culturas a nivel mundial, pero también traducido en acciones muy concretas en los siete millones de kilómetros cuadrados que componen la Amazonía.
Son muchos los desafíos que se palpan en el territorio amazónico, especialmente de cara a las violencias en los territorios donde la vida de indígenas, líderes sociales y religiosos es vulnerada. Todo esto, a juicio del purpurado, remite al misterio pascual: “Es la pasión, la muerte y la resurrección” y, precisamente, “tenemos que arriesgar la vida como lo hizo Jesús”.
PREGUNTA.- ¿Cuáles son los desafíos de la región panamazónica que usted percibe como cardenal?
RESPUESTA.- Yo no lo asumo como cardenal solamente, sino como Iglesia, y estoy convencido –como lo dice el papa Francisco– que la solución técnica no la va a dar la Iglesia, tiene que ser el conjunto de los actores sociales que deben unirse en una sola visión común para salvar este planeta, porque el calentamiento global, ya nadie lo discute, causa efectos negativos en todas partes.
En ese sentido, me siento muy tranquilo pero sé que no veré las soluciones que a mediano plazo tiene que darse. De hecho, tenemos que comenzar ahora, pero a mediano plazo serán 10 o 15 años para ver los efectos de lo que se pronostica.
P.- ¿Cómo lograr que mundo tenga un rostro amazónico?
R.- El que dijo esa frase ha sido el papa Francisco, pero la Amazonía, en primer lugar, nos habla de una riqueza natural impresionante, una biodiversidad. En segundo lugar, también nos habla de culturas ancestrales que nos enseñan a vivir en armonía entre ellos y también en armonía con la naturaleza, lógicamente con excepciones, porque no hay que mitificar a los indígenas amazónicos, pero es la realidad que en general son ellos quienes cuidan el agua, la tierra, el aire, porque en ese ámbito lo viven y hay como una espiritualidad ecológica inherente a sus propias culturas.
Entonces, en realidad estamos hablando del sínodo amazónico para octubre del próximo año en el sentido de ser una oferta de cuidado de la vida y de las culturas a nivel mundial, pero también a partir de un hecho muy concreto de siete millones y medio de kilómetros cuadrados que tiene la amplia Amazonía y esto es lo que estamos trabajando.
P.- Frente a los asesinatos de líderes en la Amazonía, ¿cuál es su mensaje para complementar el grito de los que sufren?
R.- En realidad es un hecho que nos remite al misterio pascual de Jesús, es la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús, y la Amazonía es una región muy apetitosa para los grandes intereses de los inversionistas. Los grandes recursos naturales que hay en este momento, nos hablan de una inversión muy fuerte de aquellos que detentan el poder económico y que lo único que les interesa es precisamente tener vínculos para sacar grandes riquezas para dilapidar los recursos naturales y las culturas ancestrales.
Ante los asesinatos de estos hermanos y hermanas que es más recurrente ahora, es parte también de un proceso doloroso de purificación por un lado, pero por otro tenemos que arriesgar la vida como lo hizo Jesús y esto es lo que está pasando con nuestros hermanos.
P.- Sobre el asesinato del sacerdote jesuita Carlos Riudavets en Yamaquenza (Amazonía del nororiente de Perú) ¿Qué opinión merece este lamentable suceso de violencia?
R.- Él fue un jesuita compañero mío que llevaba 38 años en el colegio Valentín Salegui de Fe y Alegría que está en Yamaquenza, un distrito del Chiriaco de la provincia Bagua, en el departamento de Amazonas.
Yo antes de estar en Huancayo, estuve como obispo del vicariato apostólico de Jaén, donde está ese territorio. Él estaba expresando con su vida una propuesta educativa e integral para las poblaciones indígenas de los cinco ríos que hay en la zona y de alguna manera podemos decir que la vida la entregó Carlos Riudavets, como sacerdote y jesuita, en esta educación de los indígenas awajús y wampis.