Las noticias oficiales de la Santa Sede -nombramientos episcopales o de curia- no llegan nunca antes de las doce del mediodía; a esa hora precisa finaliza el secreto pontificio cuya violación conlleva ciertas penas. El sábado 22 de septiembre a las doce, Francisco acababa de pronunciar su primer discurso ante la presidenta de Lituania, Dalia Grybausjkaitê, el gobierno de la nación y el cuerpo diplomático en el neoclásico Palacio Presidencial de Vilnius. Los periodistas que le acompañamos en esta visita intercambiábamos nuestras primeras impresiones y no podíamos prever lo que estaba por suceder .
Pues bien, en ese preciso momento, nuestros ordenadores recibieron el boletín 673 de la Sala de Prensa de la Santa Sede con un comunicado relativo a la firma de un Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China sobre el nombramiento de obispos. Nuestro estupor es fácilmente imaginable porque no podíamos esperar la llegada de una noticia tan espectacular apenas comenzada la visita papal a los países bálticos.
Es cierto que en las últimas semanas se habían intensificado los rumores sobre la inminencia de la firma ( los fomentó el The Wall Street Journal con un artículo no muy afortunado) y que el día antes de abandonar Roma camino de Vilna pudimos saber que el vicesecretario para las Relaciones con los Estados, Camilleri, había viajado a Pekín al frente de la delegación vaticana que desde hace años negociaba con las autoridades chinas. Pero era impensable que el anuncio se iba a producir en tal especial circunstancia.
Es más, cuando Bergoglio vino a saludarnos a bordo del avión no dejo traslucir el más mínimo indicio de lo que nos esperaba esa mañana; todos notamos, eso sí, que estaba de muy buen humor pero no podíamos imaginar el origen de su excelente estado de ánimo.
Merece la pena trascribir íntegro tan histórico comunicado. Este es su texto: “En el marco de los contactos entre la Santa Sede y la República Popular China que están en curso para tratar cuestiones eclesiales de común interés y para promover ulteriores relaciones de entendimiento, hoy, 22 de septiembre de 2018, se ha desarrollado en Pekín una reunión entre Antoine Camilleri, vicesecretario para las Relaciones de la Santa Sede con los Estados y el señor Wang Chao, viceministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China, respectivamente jefes de las Delegaciones vaticana y china”.
“En el contexto de tal encuentro -prosigue la nota-, los dos representantes han firmado un Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de obispos. Dicho acuerdo provisional, que es fruto de un gradual y recíproco acercamiento, ha sido estipulado después de un largo recorrido de ponderadas negociaciones y prevé valoraciones periódicas sobre su actuación. Trata del nombramiento de obispos, cuestión de gran importancia para la vida de la Iglesia y crea condiciones para una más amplia colaboración a nivel bilateral”.
“Ambas partes –concluye el comunicado– desean que tal entendimiento favorezca un diálogo institucional fecundo y de amplias miras y contribuya positivamente a la vida de la Iglesia católica en China, para bien del Pueblo chino y para la paz en el mundo”.
Apenas repuestos del “susto” recibimos una segunda nota informativa, siempre procedente del Vaticano, con dos elementos de no poco relieve, sobre todo el primero.
“Con el fin de sostener el anuncio del Evangelio en China -se lee en el ‘bolletino’ 676-, el Santo Padre Francisco ha decidido readmitir en la plena comunión eclesial los siguientes obispos ‘oficiales’ ordenados sin mandato pontificio (y aquí siguen los nombres de siete prelados vivos y de uno ya fallecido el 4 de enero del 2017 pero que “antes de morir había expresado su deseo de reconciliarse con la Sede Apostólica)”.
“El papa Francisco -prosigue- desea que con las decisiones tomadas pueda ponerse en marcha un nuevo recorrido que consienta superar las heridas del pasado realizando la plena comunión de todos los católicos chinos. La comunidad católica china está llamada a vivir en una más fraterna colaboración para llevar con renovado empeño el anuncio del Evangelio. La Iglesia, efectivamente, existe para dar testimonio de Jesucristo y del amor misericordioso y salvífico del Padre”.
El segundo elemento informativo es la erección de la diócesis de Chengde, motivada siempre “con el deseo de promover el cuidado pastoral de la grey del Señor y para atender más eficazmente su bien espiritual”. La nueva diócesis es sufragánea de la de Beijing (la nota utiliza la denominación de la capital que prefieren las autoridades).
Esta crónica no puede finalizar sin afrontar antes dos cuestiones. La primera y menor es la de la oportunidad o inoportunidad de la publicación del acuerdo apenas iniciado el viaje pontificio a Lituania, Letonia y Estonia. Muchos colegas se preguntaban si no era una manera de boicotear el impacto de la visita como ya ha sucedido en otras ocasiones (la más reciente, el viaje a Dublín saboteado por el documento de Viganò). Otros suponían una presión de las autoridades chinas deseosas de potenciar con dicha noticia un momento decididamente favorable para su diplomacia expansiva.
Mi modesta opinión excluye la voluntad de minusvalorar la presencia papal en los países bañados por el mar Báltico. Y creo ya haber escrito más de una vez que la política informativa de la Santa Sede no ama excesivamente el ‘bombazo’ y profiere una cierta mesura sobre sus actividades y más si se trata, como en este caso, de una materia muy delicada.
Opino que dos factores influirán de modo muy eficaz en la viabilidad del acuerdo bilateral. La Santa Sede deberá oficializar su presencia habitual en la China Continental designando a un diplomático que trate con el Gobierno cada caso de nombramiento episcopal; una especie de Nuncio sin estatuto diplomático como ya funciona en Vietnam. Desde el lado chino será esencial constatar qué cambios se operan en el seno de la llamada Iglesia Patriótica cuyas funciones serán asumidas -así se espera al menos desde el Vaticano- por el Ministerio de Asuntos Exteriores.