Carlo Maria Viganò está enfadado. Esperaba que el papa Francisco lo desdijera públicamente. Y no que lo dejara desacreditarse por sí solo. Desde un escondite secreto, el exnuncio que revienta los secretos pontificios ha enviado otra carta a sus medios de cabecera para volver a la carga. Ahora afirma que a los obispos de todo el mundo los nombran dos miembros gays de la Congregación para los Obispos que son amigos del Papa. Nadie le dijo que las segundas partes nunca fueron buenas…
“Hace un mes que ofrecí mi testimonio, solo por el bien de la Iglesia, sobre lo que ocurrió en la audiencia con Francisco el 23 de junio de 2013 y sobre ciertos asuntos que me fueron dados a conocer en las tareas que se me confiaron en la Secretaría de Estado y en Washington, en relación con aquellos que tienen la responsabilidad de encubrir los crímenes cometidos por el exarzobispo de esa capital”. Sí, admite que ha aprovechado su situación como diplomático para atacar al Papa.
Pero lo ha hecho por una buena causa y con “gran dolor”: “Después de largas reflexiones y oraciones, durante meses de profundo sufrimiento y angustia, durante el aumento de noticias continuas de terribles acontecimientos, con miles de víctimas inocentes destruidas y las vocaciones y vidas de jóvenes sacerdotes y religiosos perturbadas. Consciente de las enormes consecuencias que podría tener mi testimonio, porque lo que estaba a punto de revelar involucraba al sucesor de Pedro, decidí hablar para proteger a la Iglesia, y declaro con la conciencia tranquila ante Dios que mi testimonio es verdad”.
Y es que Viganò tiene claro que “el objetivo de cualquier secreto, incluido el secreto pontificio, es proteger a la Iglesia de sus enemigos, no ocultarla y convertirse en cómplice de los crímenes cometidos por algunos de sus miembros”. Además, sostiene que ni el Papa ni ningún cardenal han negado los hechos, ergo: lo que dice es verdad. Y pide que proporcionen documentos para rebatirlo. Pese a que todavía él no ha proporcionado más que palabras.
El exnuncio mantiene que “el encubrimiento de McCarrick por parte del Papa claramente no fue un error aislado. Recientemente se han documentado muchos casos más en la prensa, lo que demuestra que el papa Francisco ha defendido al clero homosexual que cometió graves abusos sexuales contra menores o adultos”.
Y esta vez, el Papa no es el único objeto de sus airadas críticas. Ahora tampoco le gusta el prefecto de la Congregación para los Obispos, el cardenal Ouellet, al que acusa de que cuando “su trabajo como prefecto estaba siendo socavado porque dos amigos homosexuales de su dicasterio pasaban directamente al papa Francisco las recomendaciones para los nombramientos episcopales”, entonces “se dio por vencido” y decidió escribir “un largo artículo en ‘L’Osservatore Romano’, en el que se manifestó a favor de los aspectos más controvertidos de ‘Amoris laetitia’”, lo que “representa su rendición”.
Asimismo, le insta a que “testifique la verdad, porque tiene a su disposición documentos clave que incriminan a McCarrick y muchos en la Curia por sus encubrimientos”. Para acabar su alegato, como ‘bonus track’, ataque al Papa de nuevo, al que acusa de “tratar de actuar como un sustituto de nuestro único Maestro y Señor” y a quien “Cristo se le ha vuelto invisible”.
Viganò quiere que el Papa lo llame mentiroso. Viganò quiere que le rebatan. Que la Santa Sede emita un documento. Viganò quiere que hablen de él ahora que China, los jóvenes y acabar con los abusos son los temas de máxima prioridad. ¿Habrá tercera entrega?