Comunidades eclesiales de todo el mundo están empeñadas en encarnar el llamado a la justicia climática con el que Francisco nos pide comprometernos en Laudato si’. Así, en los mismos días han coincidido dos mensajes muy significativos: uno, proveniente del Movimiento Católico Mundial por el Clima, al que pertenece Caritas Internationalis, y otro de la red CIDSE, en la que se integra Manos Unidas.
En cuanto al primero, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, presidente de Caritas Internationalis, ha anunciado que la institución (y se invita a hacer lo mismo a las restantes que componen el colectivo) renuncia a invertir en combustibles fósiles, entre los que destacan el petróleo, el carbón o el gas. “Los pobres –ha enfatizado el purpurado de Manila– están sufriendo mucho a causa de la crisis climática, y los combustibles fósiles son uno de los principales impulsores de esta injusticia”.
Como detalla Vatican News, en la propuesta de Caritas Internationalis ya están comprometidos varios bancos católicos y diócesis, como las de Luxemburgo o la de Salerno-Campagna-Acerno, en Italia.
En cuando a CIDSE, han difundido un informe titulado ‘Urgencia climática: Izando velas hacia un nuevo paradigma’. En el estudio se defiende la idea de que una reforma estructural “en nuestros sistemas alimentarios y energéticos, apoyados por cambios en el estilo de vida y la sociedad, podrían contribuir enormemente a limitar el aumento de la temperatura global media a 1.5°C sin depender de arriesgadas y no probadas tecnologías de emisiones negativas o geoingeniería”.
En esta línea de “promover soluciones viables”, desde CIDSE se insiste en que la tarea es urgente: “La ciencia del clima es clara: solo quedan unos pocos años para mantenerse dentro del límite de 1,5°C con las reservas de presupuesto de carbono. Por lo tanto, conseguir el objetivo a largo plazo del Acuerdo de París es de máxima importancia y requiere que los países incrementen su ambición de inmediato”.
“No obstante –lamentan–, no todas las soluciones propuestas ponen a la población y al planeta primero, sino que ciertas tecnologías dañinas están ganando fuerza como formas efectivas para conseguir el límite de 1.5°C. Las consecuencias de usar estas soluciones tecnológicas podrían ser irreversibles y perjudicarían especialmente a las comunidades más pobres y vulnerables. En vez de esto, los sectores de la energía y la agricultura necesitan una transformación fundamental para conseguir el objetivo a largo plazo”.
Así, en la línea de Caritas Internationalis, desde CIDSE también se pide tener en cuenta que “el sector de la energía, que representa dos tercios del total de emisiones GEI (gases de efecto invernadero) y el 80% de CO2, debe eliminar gradualmente su dependencia de los combustibles fósiles y cambiar a sistemas de energía renovable”.
Tal transición, advierten, “debe ser justa, inclusiva y transparente, y no debe replicar las estructuras corporativas que gobiernan actualmente el sector energético. Descentralización, diversificación, derechos humanos e igualdad de género deben ser considerados al desarrollar estos sistemas de energía renovable, con las financiaciones cambiando hacia estas alternativas viables”.
La red eclesial también reclama una renovación estructural en la agricultura, haciendo que “en el sistema alimentario pase de problema a solución”. Para ello, se debe acometer otra transición y apostar por modelos de producción y consumo diversificados e integrados, “cambiando dietas” y redefiniendo el mercado de la carne y los lácteos “hasta en un 50%”.
CIDSE asegura que así se apostaría por la “soberanía alimentaria”. Eso sí, estamos “una transformación que solo se puede conseguir a través de un cambio de paradigma”. “Necesitamos –se reafirma– un sistema completamente diferente. Esto requiere nuevas narrativas, un diferente enfoque cultural, con la suficiencia en su núcleo, y, por supuesto, transformar nuestros sistemas político y económico, lejos de la destructiva imperativa de crecimiento que hay en el núcleo del sistema actual”.
“El cambio climático –concluyen– es la punta del iceberg de un sistema fallido, y solucionarlo en conjunto con otras crisis requiere coraje político y esfuerzos que no pueden esperar más”.