“El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Este versículo del Evangelio de Marcos del domingo centró la intervención del Papa Francisco desde el balcón de la Plaza de San Pedro durante el rezo del ángelus de hoy. “Jesús se presenta muy libre, totalmente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por ninguna frontera ni por ningún espacio”, reflexionó el Papa sobre el rechazo que generaba en los apóstoles el hecho de que hubiera un hombre que expulsaba demonios en nombre de Cristo, pero no pertenecía al grupo de los doce.
“Jesús quiere educar a sus discípulos, también hoy, en esa libertad interior”, apostilló el Papa trayendo el pasaje al presente para invitar a los fieles que estaban en la plaza a realizar un “autoexamen” y, una vez más, atacar de forma directa a la “autorreferencialidad” eclesial. “Es más, aquí está la raíz del proselitismo y ya decía el Papa Benedicto que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, sino por el testimonio y con la fuerza del Espíritu Santo”. improvisó el Papa.
“De buena fe, de hecho, con celo, uno quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, especialmente carismática, protegiendo al fundador o al líder de falsos imitadores”, reflexionó el Papa para alertar de que esta vía puede llevar a despreciar “lo bueno que otros hacen: no es bueno porque ‘no es nuestro’”.
De esta manera, Francisco exhortó a los católicos a escapar de las categorías “amigo/enemigo”, “nosotros/ellos” o “quién está dentro/quién está fuera” para “abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios incluso en lugares inusuales e impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo”.
En este sentido, puso a María como “modelo de recepción dócil de las sorpresas de Dios, nos ayuda a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de nosotros, descubriéndolo donde quiera que se manifieste, incluso en las situaciones más inimaginables e inusuales”.
Al finalizar el ángelus, el Papa expreso su “cercanía” con las poblaciones afectadas por el devastador tsunami de Indonesia. “Rezo por los muertos, lamentablemente muchos, por los heridos y los que perdieron sus hogares y trabajos. Que el Señor los consuele y apoye los esfuerzos de aquellos que están tratando de brindar alivio”, señaló, para entonar a continuación un avemaría.
Por otro lado, ensalzó la figura del sacerdote francés Jean-Baptiste Foque, beatificado hoy en Marsella, al que definió como “apóstol de la caridad que nos impulsa en el compromiso de acoger y compartir con las personas más débiles y desfavorecidas”. “Permaneció toda su vida como vicepárroco, un bonito ejemplo para quien les gusta trepar”, dejó caer, pidiendo un aplauso para el nuevo sacerdote que ha subido a los altares.