“Es un gran misterio que una joven de Castilla la Vieja, en un pueblecito de Segovia, en el cual, no había ni un protestante ni otras confesiones, pues todos éramos tradicionalmente católicos, fuera llamada para entregar su vida por la causa de la unidad de la Iglesia de Jesucristo”. Quien así habla es María José Delgado, una apasionada del ecumenismo que, como su compañera Águeda, sigue haciendo realidad el empeño apostólico por la unidad de aquel pionero que fue el sacerdote Julián García Hernando, fundador de las Misioneras de la Unidad.
PREGUNTA.- ¿Y cómo llegó una chica como aquella a un carisma como este?
RESPUESTA.- Un día, por causalidad, una amiga del pueblo fue a Segovia y vino diciendo que el rector del Seminario estaba fundando las Misioneras de la Unidad. Aquello fue la visita de un ángel que me dijo: “Eso es para ti”. Las visité, no sin grandes apuros por parte de mis padres y de las propias misioneras. Encontré una casa humilde, calor humano, sencillez, alegría y apertura de miras… Sentí que Dios me quería allí. Y aquí no puedo dejar de mencionar a don Julián García Hernando, un místico y un profeta de su tiempo. Se adelantó al carisma ecuménico queriendo fundar las Misioneras de la Unidad años antes del Concilio, cuando el trabajo ecuménico estaba prohibido en la Iglesia católica. Tuvo que esperar varios años para la fundación de las misioneras.
P.- Echando la vista atrás, ¿siente que acertó en aquella opción que no todos entendían?
R.- Mi opción por trabajar y dar todo por la unidad y la reconciliación ha hecho que hoy no pueda contemplar mi ser cristiana, mi vocación, sino desde mi trabajo ecuménico, desde el carisma de la unidad. El mandato de Jesús – “ser uno para que el mundo crea”- es una postura tan radical que no encuentro otro sentido a mi vida sino es la misión de la unidad.
P.- ¿Y cómo anda de espíritu ecuménico la Iglesia en España?
R.- La búsqueda de la unidad de los cristianos es una de las pastorales más urgentes, más acuciantes en este instante, y es la que puso en pie esta nueva institución, que surge porque promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio Vaticano II.
P.- ¿Cuándo surgen las Misioneras de la Unidad?
R.- Don Julián García Hernando fundó las Misioneras de la Unidad en Segovia, el 6 de enero de 1962, con un lema: “Todo por la unidad”. Nacimos pensando en ser instituto secular. Hoy somos una institución laica de consagradas. Podemos vivir en comunidad fraterna, en la propia casa, sacerdotes, matrimonios… etc., extendidos por toda la geografía española y en otros países.
P.- ¿Cómo realizan en la vida diaria su carisma ecuménico?
R.- En estos momentos dedicamos gran parte del tiempo al Centro Ecuménico ‘Misioneras de la Unidad’, que fundado por don Julián en Madrid hace más de 40 años. El Centro ofrece y acoge actividades muy variadas. Nuestro trabajo alterna entre cursos de formación bíblico-ecuménica, cuyas clases son impartidas por personas de diferentes Iglesias; favorecer el ecumenismo espiritual con oraciones ecuménicas, dos veces al mes, una, en el Centro Ecuménico y, otra, en una Iglesia luterana; días de retiro interconfesionales, centrados en nuestro carisma; biblioteca especializada para estudiantes de tesis o doctorados en temas ecuménicos; edición de la revista ‘Pastoral Ecuménica’; reuniones de preparación y celebración de encuentros ecuménicos, como el de El Espinar, Día Mundial de Oración, diálogo interreligioso… además de visitas, asistencia a diversos cultos, actos especiales…
P.- ¿Y sienten que toda esa labor apostólica cuaja en pasos hacia la unidad?
R.- Nuestro mayor deseo es que el Centro sea un punto de referencia, de encuentro, abierto a todos los hermanos, a todas las Iglesias, para que se sientan como en su propia casa, pues un Centro Ecuménico es la ‘Casa de todos’, sin excluir a nadie. Entendemos que hacer unidad es hacer misión, aunque, por desgracia, no siempre que hacemos misión hacemos unidad. Y cuando no somos comunión, no estamos siendo fieles a la misión, al proyecto de Jesús.
P.- Pero a usted, ese anhelo parece que sí la ha transformado, ¿no?
R.- Vivir en profundidad el carisma de la unidad es una oportunidad privilegiada para vivir la fe y caminar con cristianos de otras tradiciones. Para mí, el sueño de Jesús de que todos sus discípulos sean uno se encarnó en un ecumenismo de la vida cotidiana, con rostros concretos, y ha transformado mi experiencia de fe. Ya no podría vivir de otra manera. La unidad de unos con otros en Dios ya está dada. Nosotros tenemos que vivir con tal estilo nuestra vida cristiana, que seamos capaces de descubrir la Unidad que ya está en Cristo, el Señor.