El Sínodo de los Obispos, en el que 267 padres sinodales y 49 auditores (participantes sin derecho a voto) debatirán en Roma hasta el 28 de octubre sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’, echó a andar con la misa de apertura que el papa Francisco presidió en la plaza de San Pedro del Vaticano durante la mañana de este miércoles 3 de octubre.
En su homilía, Jorge Mario Bergoglio pidió a los miembros de la asamblea sinodal que no caigan en “posturas ‘eticistas’ o elitistas” ni se dejen llevar por “la fascinación” que generan “ideologías abstractas que nunca coinciden con la realidad de nuestros pueblos”. También invitó a “estar alertas y velar para que no domine la lógica de autopreservación y autorreferencialidad que termina convirtiendo en importante lo superfluo y haciendo superfluo lo importante”.
Propuso el Papa en cambio cultivar “el don de la escucha sincera, orante y con el menor número de prejuicios y presupuestos”, lo que permite “entrar en comunión con las diferentes situaciones que vive el Pueblo de Dios”. En definitiva, el Sínodo debe “ampliar la mirada” y “no perder de vista” su verdadera misión.
Al inicio de la homilía se vivió un momento emotivo cuando Francisco saludó a los participantes en el Sínodo llegados de todo el orbe católico, y recordó que, por primera vez, había dos obispos de la Iglesia china. Se trata de Juan Bautista Yang Xiaoting, responsable del seminario de Pekín, y de José Guo Jincai. Este último es uno de los siete prelados ordenados ilícitamente a los que el Pontífice perdonó para conseguir que se firmara el reciente acuerdo provisional entre el Vaticano y Pekín para desatascar el nombramiento de obispos en el gigante asiático.
“Hoy, por primera vez, están también aquí con nosotros dos hermanos obispos de China continental. Démosles nuestra afectuosa bienvenida: gracias a su presencia, la comunión de todo el episcopado con el Sucesor de Pedro es aún más visible”, comentó Francisco.
Después de pedir a los presenten que cultiven el “ardor y pasión evangélica” para lograr así “despertar y renovar” la capacidad “de soñar y esperar”, el Pontífice invitó a los padres sinodales a que unjan a los jóvenes “con el don de la profecía y la visión” para conseguir así “la gracia de ser memoria operante, viva, eficaz, que de generación en generación no se deja asfixiar ni aplastar por los profetas de calamidades y desventuras ni por nuestros propios límites, errores y pecados”.
Francisco deseó que las próximas tres semanas y media de debate sirvan para “ensanchar horizontes, dilatar el corazón y transformar aquellas estructuras que hoy nos paralizan, nos apartan y alejan de nuestros jóvenes, dejándolos a la intemperie y huérfanos de una comunidad de fe que los sostenga, de un horizonte de sentido y de vida”. Esperó que por medio de la “esperanza”, se rompa con el conformismo “del siempre se hizo así” y lleve a la asamblea “a mirar de frente el rostro de nuestros jóvenes y las situaciones en las que se encuentran”. Entre ellas citó la “precariedad, la exclusión y la violencia”.
La juventud contemporánea, destacó el Papa, invita a la Iglesia a “asumir junto a ellos el presente con mayor compromiso y luchar contra todas las formas que obstaculizan sus vidas para que se desarrollen con dignidad”. “No les dejemos solos en manos de tantos mercaderes de muerte que oprimen sus vidas y oscurecen su visión”, subrayó el Pontífice en su alocución.
En la parte final de su homilía, Francisco recordó el mensaje que dedicó Pablo VI a los jóvenes en diciembre de 1965 con motivo de la clausura del Concilio Vaticano II: “Os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías. Luchad contra todo egoísmo. Negaos a dar libre curso a los instintos de violencia y de odio, que engendran las guerras y su cortejo de males”. No fue casual que Bergoglio eligiera una cita del papa Montini, al que canonizará el 14 de octubre junto al arzobispo mártir salvadoreño Oscar Arnulfo Romero.