María Teresa Fernández de la Vega considera que “el diálogo entre Iglesia y Estado resulta imprescindible para lograr un España armónica y un mundo que vive amenazado por el terrorismo yihadista que ha puesto en primer plano el lugar de la religión”. “Trabajemos juntos con un esfuerzo para que el lamentable reflejo de errores pasados jamás vuelva a repetirse”, expresó esta tarde la actual presidenta del Consejo de Estado y vicepresidenta en la era Rodríguez Zapatero en la apertura del Congreso Iglesia y Democracia, organizado por la Fundación Pablo VI en Madrid, con motivo del 40 aniversario de los acuerdos Iglesia-Estado.
En una mesa de diálogo compartida por el cardenal emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, la política socialista aseguró que “la sociedad española puede cantar con la Iglesia y con los católicos como ciudadanos leales para lograr una sociedad más justa y más feliz al servicio de la prosperidad de los españoles sin discriminación alguna”.
Ambas personalidades compartieron atril en una jornada inaugural que contó con la presencia de la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Isabel Celaá; el nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini; el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez; así como el presidente de la Fundación Pablo VI, Ginés García Beltrán. Junto a ellos, entre otros, el cardenal Antonio Cañizares o los arzobispos Vicente Jiménez o Fidel Herráez.
Reconocimiento a Tarancón
Fernández de la Vega comenzó su ponencia poniendo como base que “las religiones tienen una notable presencia social” y señaló que el papel “hegemónico” de la Iglesia en España. “Personas como el cardenal Tarancón abrieron un camino que todavía nos queda por completar”, aplaudió la ex vicepresidenta del Ejecutivo.
Desde su experiencia al frente del Gobierno y con constantes referencias a Francisco, a diferentes encíclicas del siglo XX y a Leonardo Boff, reivindicó la necesidad de promover una ética global que unen a Iglesia y Estado, “cada uno en su ámbito de actuación”, subrayando el cuidado de los más necesitados, como imperativo cristiano, pero también constitucional. De la Vega puso en valor la “interesante y oportunísima Laudato si’” del Papa Francisco, porque “el desafío ambiental nos interesa, incumbe e impacta a todos”.
La presidenta del Consejo de Estado ahondó también en la necesaria separación de poderes en el Estado de Derecho. “Comparto plenamente con el Papa la idea de que el Estado debe ser laico”, relató De la Vega que recordó como “la libertad religiosa pertenece al ámbito privado, otra cosa es que la Iglesia contribuya a la cohesión social, que es lo que hace el artñiculo 16 de nuestra Constitución”.
“Queda pendiente la elaboración y aprobación de una nueva ley integral de libertad religiosa”, apuntó, que, a su juicio, debería ajustarse a la nueva realidad del país, si bien comentó que la actual legislación ha sido “satisfactoria” aplaudiendo el respeto y la tolerancia de la sociedad española ante el hecho religioso.
Concluyó su intervención haciendo una defensa firme de la necesidad de promover la igualdad entre hombres y mujeres dentro de la Iglesia. “Las mujeres quedan relegadas a un segundo plano, se les cierra las puertas al sacerdocio y a las estructuras de poder, y sin poder mostrar su particular visión”, señaló la ex vicepresidenta. “La renovación en materia femenina que necesita la Iglesia, sería comparable a la renovación que tuvo el humanismo en el siglo XV”, apuntaló.
“Ha llegado el momento de que la Iglesia avance en la plena equiparación de las mujeres, no tendría dificultad para tener acomodo en el mensaje del Evangelio”, enfatizó, para mostrar su esperanza en los trabajos que viene realizando la comisión sobre el diaconado femenino.
Un régimen en libertad
En su ponencia, el cardenal Sebastián explicó que “ahora somos menos los católicos, pero podemos vivir la fe con más autenticidad y fuerza”. “En la Iglesia tenemos que aceptar con serenidad las consecuencias de tener que vivir en un régimen en libertad. No tenemos que tener miedo a vivir en libertad. Diría que la fe es libertad”, añadió.
“La sociedad civil, especialmente la izquierda y los movimientos laicistas tendrían que hacer el esfuerzo por reconocer a la religión como un elemento positivo para la sociedad. Ser cristiano o musulmán no nos convierte en enemigo de los demás”, dejó caer. A renglón seguido reivindicó que “los cristianos tenemos derecho a participar en la sociedad al igual que un socialista o un comunista. La Iglesia no es una amenaza para la democracia, sino una aliada”.
En esta misma línea, subrayó que “querer a estas horas eliminar a la Iglesia y la presencia de lo sagrado, sería querer acabar con un tercio de la población. Tenemos que aprender a convivir respetándonos y hasta estimándonos en aquello que somos diferentes. Nos conocemos poco, nos hemos juzgado, criticado y condenado demasiado. Tenemos que hacer un acto de aceptación mutuo de lo diferente”.
Unidad frente a división
También apostilló que la Iglesia en algunos momentos ha defendido posturas “localistas” o “partidistas”, para hacer un llamamiento a reconocer que su misión ha de apostar por la unidad y no por la división, en clara referencia a la situación en Cataluña.
“Los católicos queremos ser reconocidos en nuestra identidad como miembros de pleno derecho de la sociedad democrática y nos sentimos comprometidos a dar lo mejor de nosotros a favor de la convivencia. Queremos ser una fuerza positiva, moral, que no desea el poder, ni privilegios ni ambiciones de ninguna clase”, comentó.
Diferentes e independientes
“Democracia e Iglesia son dos realidades absolutamente diferentes y del todo independientes”, sentenció el arzobispo emérito de Pamplona, que matizó que “no son realidades que tengan entrar en competencia, no tienen que ser amenaza la una para la otra”. A partir de ahí que, a pesar de las diferencias, “son convergentes, no son ajenas la una a la otra”.
“La Iglesia es educadora de la conciencia moral de sus miembros, y de toda la población, más allá de sus propias fronteras”, señaló el purpurado, que mantuvo que “la restricción de los derechos de la Iglesia es un síntoma de falta de democracia”, a la vez que añadió que la discriminación del hecho religioso está íntimamente relacionado con los regímenes “totalitarios”.
La suma de todas las libertades
“La libertad religiosa es la suma de muchas otras libertades”, enfatizó para mantener que precisamente este derecho es el punto de unión entre Iglesia y democracia. “No es fácil cuantificar la aportación de la Iglesia en la sociedad”, apuntó el cardenal, que valoró el trabajo callado “y no siempre reconocido” de cuantos entregan su vida por el Evangelio, sea un centro de ayuda o acompañamiento personal.
“La Iglesia española en los años intensos y difíciles de la Transición fue fiel a sus compromisos éticos y morales, con el reconocimiento de los derechos políticos de todos los españoles y la reconciliación en un proyecto común”, suscribió. Así valoró que “la Iglesia no procedió por intereses políticos y terrenales. Solo quería ser fiel a su vocación cristiana y servidora de la humanidad, además de ser testigo fiel y creíble de Jesucristo ante todos los españoles, la derecha y la izquierda”.
En plena transformación
El diálogo entre Fernández de la Vega y Sebastián estuvo precedido por un saludo de acogida del director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, que subrayó cómo el congreso busca “reflexionar sobre la profunda transformación de la sociedad española en materia política, cultural, pero sobre todo, religiosa”.
De la misma manera, puso en valor el “protagonismo destacado” de la Iglesia española en la Transición e hizo un llamamiento a los asistentes para promover en la sociedad actual “la construcción de un sano pluralismo”.
El cierre de la jornada corrió a cargo de Ginés García Beltrán que miró al pasado “para vivir el presente con la mkisma pasión e ilusión, vivir con esperanza el futuro”. Parafraseando al Papa en la misa de apertura del Sínodo de los jóvenes, invitó a los asistentes al Congreso, pero también a católicos y ciudadanos españoles a “soñar, a abrir nuevos caminos y no atrincherarnos, crear una cultura del encuentro y no vivir de espaldas los unos a los otros”. “La Iglesia, experta en humanidad, como la llamaba Pablo VI, tiene un mensaje de luz”, apreció el obispo de Getafe.