El Premio Nobel de la Paz se otorgó hoy, 5 de octubre, a la activista yazidí Nadia Murad, ex esclava del autodenominado Estado Islámico, y al ginecólogo congoleño Denis Mukwege por el esfuerzo de ambos para “detener el uso de la violencia contra las mujeres como un arma de guerra “.
Desde que dos conflictos seguidos azotaran la actual República Democrática del Congo -entre 1996 y 2003-, la nación quedó sumida en una espiral de violencia en el que la violación se ha convertido en un arma de guerra de la que Mukwege ha sido testigo. Este padre de cinco hijos fundó el Hospital Panzi en Kivu del Sur para atender de forma desinteresada a mujeres víctimas de violencia sexual.
El ginecólogo atendió a su primera paciente en 1999. Había sido violada, para posteriormente introducirle un arma en los genitales. El disparo ocasionó que la pelvis quedase completamente destrozada. “Pensé que era obra de un loco, pero en el mismo año vi 45 casos similares”, declara Mukwege a La Croix.
Debido a su labor, el ginecólogo ha visto peligrar su propia vida y la de su familia, motivo por el que durante un breve periodo de tiempo se refugió en Europa. Sin embargo, la necesidad de sus pacientes le hizo volver al hospital.
Responsable de una iglesia pentecostal de la localidad, Mukwege cree que “no se puede concebir la curación sin la gracia de Dios”. Por otra parte, desde principios de 2018 encabeza V-Men Congo, un movimiento feminista para hombres cuyo objetivo es “eliminar las discriminaciones y actitudes misóginas que avergüenzan a nuestra humanidad y socavan las perspectivas del desarrollo sostenible”.
Por su parte, la activista yazidí Nadia Murad es desde 2016 embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para concienciar y luchar contra la trata de personas. El 5 de marzo de 2017 Nadia se encontró con Francisco en una audiencia en la Plaza de San Pedro.