Reportajes

Los millennials ‘envían’ a sus emisarios al Sínodo: ¡Tú eres mi altavoz!





Encuentro Juan Carlos Alarcón y María Luisa Berzosa

María Luisa Berzosa (75 años) tiene mucha juventud acumulada. Lo dice ella misma. Y es que la jesuitina tiene un máster de toda una vida en acompañamiento espiritual. Se nota en cómo escucha a Juan Carlos Alarcón (26 años). En torno a un café, el joven militante de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) hace la lista de la compra: voluntad de escuchar, acompañar procesos, no dejar a nadie en la cuneta, hacer de la Iglesia una institución más horizontal, y promocionar y formar a los laicos. Son sus cinco deseos. La Iglesia con la que sueña. Oído cocina. María Luisa toma buena nota, pues ella será altavoz de Juan Carlos y de muchos otros jóvenes en este Sínodo.

Las peticiones de Juan Carlos y las reflejadas en el documento de trabajo son coincidentes con la Iglesia que ella dibuja en su mente: “Una Iglesia menos institucional, menos cerrada y más relacional, y digo relacional de forma consciente, porque es una palabra muy rica en su significado. Por supuesto, también más inclusiva, porque la ley no puede matar la vida y nos estamos llevando a mucha gente por delante”. Y remata: “Necesitamos hablar con sinceridad en el Sínodo sobre todos los temas y poner la autoridad al servicio, no la malentendamos”.

¿Y cuáles son los temores cuando acabe la asamblea sinodal el 28 de octubre? “Estoy seguro de que el análisis de la realidad de la exhortación postsinodal va a ser muy bueno, pero ¿habrá cambios estructurales en la pastoral juvenil?”, se pregunta Juan Carlos, que constata cómo muchas veces les acompañan sacerdotes desde claves irreales, porque “quizá, los seminarios están alejados de los espacios de acompañamiento”. María Luisa, por su parte, ve la asamblea con esperanza. Pero con la sensación de que la Iglesia se la juega con los jóvenes. Y “yo no quiero hipotecar su futuro”. La realidad empieza el 29 de octubre.

Encuentro Corina Fiore con sus alumnas en Jalisco

“No me gustan los filtros”. Y Corina Fiore no los tiene. “Este Papa, tampoco”, apostilla.  Quizá por eso está presente como auditora precisamente en este Sínodo que busca huir de los platos precocinados. “No tendremos voz, pero sí votos”. Aunque todavía se sorprende por el hecho de que se haya contado con ella aun cuando no pertenece a ningún organismo oficial del Episcopado de México. No es ajena ni a los emoticonos ni al lenguaje anglosajón de WhatsApp. A sus 25 años, esta profesora de artes escénicas de Jalisco es la única mujer que acude desde México como joven portavoz de los otros jóvenes que deja en su tierra. Entre ellos, sus alumnas de la escuela de modelaje, en la que Vida Nueva se cuela durante unos minutos.

“Creo que si se animan y son valientes, pueden sacar conclusiones de mucho provecho”, asegura Valentina, que sueña con subirse a una pasarela, como todas sus compañeras, que no dudan en expresar a borbotones en apenas diez segundos cuáles son los temas en los que la Iglesia tiene que “mojarse”: racismo, pobreza, respuesta a la inseguridad, defensa de la mujer, denuncia de la trata de blancas, respeto a la homosexualidad, mayor inclusión al diferente y romper estereotipos, abanderar las libertades, luchar por la inclusión… “Y dar más relevancia a las mujeres”, añade otra de las chicas.

Esta profesora de canto no solo es consciente de que la cita sinodal llega con un vendaval interno en la Iglesia: “Puedo entender que haya personas que vean demasiado revolucionario a Francisco o se sientan desconcertados ante las incertidumbres que puedan generar los cambios que proponen. Pero cuando se confía que es Dios el que actúa y no el hombre, como le sucede al Papa, se sale adelante. Soy una convencida de que el mundo es de la gente loca que se atreve a hacer las cosas. Así sucedió con Pablo VI y con Juan XXIII con el Concilio y es lo que está haciendo ahora Francisco”. Con esa actitud, aterriza en el Vaticano de nuevo: “La Iglesia siempre ha tenido a los jóvenes como espectadores en las JMJ, pero es la primera vez que se les va a escuchar”. 

Encuentro Carina Rossa y Sergio de Miguel

Treinta años les separan. Pero en mirada de Iglesia hay poco espacio entre ellos. Carina Rossa (47 años), miembro del consejo directivo de la fundación pontificia Scholas Occurrentes, es una de las elegidas para participar en el Sínodo, cumpliendo dos cupos con poca visibilidad en la asamblea: laicos y mujeres. Desde Roma, y a través de Skype, se conecta con Sergio de Miguel (17 años). Llamada a tres con el joven, que abandona unos minutos la biblioteca para lanzar su lista de deseos: una Iglesia tolerante, que haga de la caridad su seña de identidad, que hable para todos y que haga realidad el apostolado de la oreja. Se trata de cuatro aspectos que este joven madrileño espera que Carina haga llegar a los padres sinodales. Ella sonríe de forma cómplice mientras habla Sergio. Y es que la llamada se corta, pero él no.

El reenganche de Sergio a la Iglesia se lo debe a Scholas. En el curso 2016/2017 participó en el proyecto ‘Ciudadanía’ para, desde su realidad, poner soluciones a la violencia de género. “Después de estudiar 13 años en un colegio católico no me sentía muy cristiano… Pero en Scholas nos han transmitido la tolerancia, la caridad cristiana, la ayuda al prójimo… Nos hacen sentir parte sin preguntar en qué creemos. Esto es lo que nos hace unirnos en un primer momento, luego volverás a encontrarte con la fe o no”, reflexiona.  El mismo año que Sergio comenzó el proyecto de Scholas vivió otro momento clave: el Camino Lebaniego. “En el transcurso realicé una de las confesiones más importantes: le dije a un sacerdote que no me consideraba creyente, que yo no creía en la Iglesia”. Respuesta del clérigo: “La Iglesia eres tú”. “Ahí me di cuenta de que la gente no se considera cristiana por eso, no nos han dicho que la Iglesia somos todos”, matiza el joven.

Para acercarse a ellos cuentan con un gran aliado: el hombre de los 47 millones de seguidores en Twitter. “No podemos obviar que los jóvenes carecen hoy de puntos de referencia claros y el Papa significa mucho para ellos. ¿Por qué si no seguirían a un anciano?”, se pregunta. Por otro lado, tiene “mucha” esperanza en la exhortación postsinodal. “Espero un documento del estilo de ‘Amoris laetitia’, que escandalice un poco –se ríe–, pero que sea de los jóvenes”. Y es que, su mayor temor es que “solo hablemos los adultos”. Pero espera cambios, porque “un camino de comunión no deja a la Iglesia igual que antes. Entre los frutos que desea: una comisión vaticana de jóvenes. Dicho queda.

Encuentro obispo Gabriel Ángel Villa y Roberto Rueda

En el caso de Gabriel Ángel Villa Vahos, a sus 56 años ha sido párroco, formador y rector de seminario, vicario pastoral diocesano, y se ha desempeñado entre 2006 y 2009 como director del Departamento de Ministerios Ordenados de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), y, más recientemente, como secretario ejecutivo del Departamento de Vocaciones y Ministerios del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), servicio que asumió desde 2012 hasta 2014, cuando el papa Francisco lo nombró obispo de Ocaña. Su elección para participar en el Sínodo obedece fundamentalmente a su trayectoria en contacto con los jóvenes.

Aunque el tema de este Sínodo “es muy amplio y, a su vez, muy actual”, el obispo de Ocaña considera que las conclusiones que se obtengan deberán impactar profundamente la vida de la Iglesia, considerando “que estamos viviendo un cambio de época marcado por el fenómeno de lo digital, que ha generado una pauta distinta a la hora de ver el mundo y la realidad que afecta especialmente a los jóvenes”. Ante este nuevo escenario, “la fe puede ofrecer un acento diferente, que reclama coherencia entre lo que se vive y lo que se predica”, agrega Villa, refiriéndose expresamente al fenómeno de las redes sociales, donde “la verdad se torna muy amplia y corre el riesgo de falsearse”.

Por su parte, el joven pastoralista Roberto Rueda, también señala que “la coherencia es un asunto crucial y cobija a todas las vocaciones en la Iglesia, incluyendo, por supuesto, a los ministros ordenados”. A sus 28 años, hace parte del equipo que lidera la pastoral en la Universidad de La Salle de Bogotá y, frente al Sínodo, no tiene dudas del trascendental protagonismo que compete a las nuevas generaciones en el seno de la Iglesia y de la sociedad.

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