Cada viernes, Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Una estrella de la música en decadencia se enamora de una joven artista con gran talento que lucha por abrirse paso en el mundo del espectáculo. Justo cuando ella está a punto de arrojar la toalla y abandonar su sueño de convertirse en cantante, él decide ayudarla en su carrera hacia la fama. El camino será más duro de lo que ambos se imaginan.
El argumento no es nuevo. De hecho, le valió un Óscar al mejor guión a William A. Wellman allá por 1937. Aunque sería Judy Garland, a las órdenes de George Cukor, quien lo popularizó en los años 50. Ya en los 70, Barbra Streisand tomaría el testigo de una historia que alcanza ahora su cuarta versión de la mano de dos debutantes: Bradley Cooper detrás de la cámara (y delante) y una sorprendente Lady Gaga como estrella emergente… de la interpretación.
En contra de lo que cabría suponer, ni la pareja de novatos en sus respectivas disciplinas recién estrenadas ni lo trillado y previsible del tema perjudican la credibilidad melodramática de una cinta concebida a mayor gloria de su director y su protagonista.
Quien vaya buscando melodías inolvidables o un romance a prueba de épocas, se ha equivocado de sala.
Tras escuchar los lamentos por el planeta del marido de una feligresa, el pastor de una pequeña iglesia en el estado de Nueva York, se enfrentará a una inquietante pregunta: ¿nos perdonará Dios lo que le estamos haciendo a su Creación?…
A falta de respuestas, nuestro solitario protagonista (un espléndido Ethan Hawke) emprende un proceso de discernimiento que pone a prueba la fortaleza de su fe y desnuda sus fragilidades. Especialmente, la culpa y la desolación que arrastra desde que perdiera a su hijo en Irak.
Paul Schrader, guionista de las recordadas ‘Taxi Driver’ (1976) o ‘Toro salvaje’ (1980), asalta los pensamientos atormentados del religioso, que este va plasmando en un diario a modo de torpe oración: su relación con Dios, con la comunidad y con sus propios sentimientos. Un desasosiego que contrasta con la vida apacible de este apartado rincón del país, y con los tonos fríos y apagados de las imágenes que acompañan su debate interior.
No es esta una película fácil de ver ni de digerir, pero vale la pena hacer el esfuerzo de seguirle la pista al padre Toller en su árida travesía por un universo –personal y global– que amenaza ruina.
La veterana cineasta Agnès Varda y el reconocido artista gráfico francés JR (Jean René) han querido compartir sus respectivas pasiones –el cine y la fotografía– en un viaje por su país que constituye un homenaje a la oportunidad de observar sin prisas la realidad y a todas esas personas que han regalado a la cámara un instante de sus vidas para contarnos una historia.
También esta singular pareja se dejará atrapar por el objetivo para desvelar sus procesos creativos y desnudar su humanidad, mientras retrata rostros y rincones de una Francia anónima –rural o industrial– que recorre con su fotomatón ambulante.
Por el camino, se irán cruzando con agricultores, ganaderos, carteros, campaneros, estibadores o camareros, cuyas imágenes cubrirán las fachadas de viviendas y graneros, de pueblos fantasma y fábricas, de contenedores portuarios y vagones de tren… Cualquier emplazamiento es bueno para echar a volar la imaginación y plasmar sus “locuras”.
Ellos –lugareños y directores– son los auténticos protagonistas de esta ‘road movie’ documental, una mirada libre, entrañable y gozosa que se erige en un canto a la capacidad de asombro y a las ganas de vivir.