En los últimos años, las familias campesinas que habitan en la región dominicana de El Seybo no pueden permitirse el lujo de vivir en paz… Las grandes empresas de la zona amenazan con arrasar, no solo sus cosechas, sino sus propios hogares. Pero no están solos. Los dominicos les acompañan y, con todas sus fuerzas, visibilizan su causa, dentro y fuera de sus fronteras.
El último intento de clamar justicia se dio días atrás en Ginebra, nada más y nada menos que en la última sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en un evento organizado por la asociación Dominicos por la Justicia y la Paz. En nombre de todos los miembros de su golpeada comunidad, habló María Magdalena Álvarez Gálvez, quien contó cómo, el 26 de enero de 2016, agentes armados de la azucarera Central Romana “irrumpieron en la madrugada en mi casa y en la de otras 59 familias”.
También ofreció su testimonio el dominico Damián Calvo Martín, quien hizo un repaso histórico en el que detalló como “la industria azucarera y la esclavitud han crecido estrechamente unidas”. Un fenómeno que se ha dado en varios países y que, actualmente, tiene un triste eco en esta región de República Dominicana.
Carlos López, representante de la Comisión Internacional de Juristas, secundó la denuncia del religioso y detalló que en este ámbito se da el “trabajo forzoso”. Y es que, aunque República Dominicana ha ratificado los tratados internacionales que combaten esta lacra, al final no se vigila su correcta aplicación en numerosas realidades nacionales.
López concluyó con una reflexión dirigida a las conciencias de los “consumidores” en “Europa y América del Norte”, pues sus países son los que más azúcar importan desde ámbitos en los que esta se produce gracias al trabajo forzoso. Lo que requiere una producción de tal magnitud (es una de las mayores fuentes de ingresos en República Dominicana junto al turismo) que, al final, también acaba teniendo incidencia en el medioambiente, dañándolo gravemente.